De la pena no se come.

compasion

Reflexión dominical:

iba yo por Madrid, paseando con mi perra, para no variar. Una señora, muy maja ella, la verdad, se me acerca y me dice que no la riña. Yo le digo que a ver, la riño porque cuando ve otros perros sale pitando, y aunque mi barrio no sea la M30, pues algún coche pasa…

Una cosa lleva a la otra, y me cuenta, que hay una chica, de unos 40 años (ella dijo «Señora», pero yo lo he cambiado porque tengo 43) estaba el otro día en la Iglesia de San Nicolás, ni idea, la verdad. Pues la mujer, cuando cerraron la Iglesia, se quería quedar dentro. Vamos, era una mujer que vive en la calle. No quería salir a su mundo real. 😦

Luego, me contaba ella, entró a una cafetería de «mucho nivel» y también la vio, dice que con la misma bolsa llena de trastos (quizás ropa de abrigo, o una manta, no lo sé), y me decía ella, la señora, que le dio mucha, mucha pena…me lo repetía todo el rato. Mucha, mucha pena.

«Ok», le dije yo. Y luego añadí, con la mejor de mis sonrisas: «¿Y qué más?

«¿Cómo?». Me dijo ella.

«Sí, que si además de sentir pena… ¿hizo algo más? no sé, le preguntó que en qué la podía ayudar, ¿le habló?, no sé… ¿hizo algo?

El día antes había sido el día de los derechos humanos, y una vez más…manda huevos que tenga que haber un día de los derechos humanos, un día para que respetemos a los gays y demás personas que viven de manera distinta a los «normal»,  otro para los niños con parálisis, otro para que nos acordemos de los enfermos de cáncer o SIDA,  y largo etcétera…A ver, que yo me uno a estos días, pero que me quedo con esa sensación de…

¿En serio, y por qué no nos acordamos de todos los que sufren todo los días?

La pena no da de comer, ni abriga, ni el cuerpo ni el alma. Tampoco con la pena se compran medicinas, ni protegen  de cualquier peligro de los que hay cuando se vive en la calle.

Mientras buscaba imágenes, confieso, no podía evitar llorar, mucha pena, mucha, pero…¿Qué estamos haciendo por los demás? ¿Qué somos capaces de quitarnos para dárselo a otra persona?

Pido disculpas si ofendo a alguien, es una reflexión, y por supuesto, si se me saltan las lágrimas , entended que es porque yo misma, yo creo que podría hacer más. Hago algunas cosas, que los más cercanos saben, sin embargo, puedo hacer más.

Sentir pena, está muy bien, pero no basta, ni mucho menos. Y ahora va la pregunta del millón:

¿Qué te gustaría que hicieran por ti si vivieras en una situación límite? 

PUES HAZLO. SIN MÁS, HAZLO.

Esto, queridos, tiene mucho que ver con coaching, mucho que ver, hablamos de empatía, de respeto, de humildad, de amor, de compasión.

Hablo de mirar por los demás, de tratar al resto pensado que en ese lado podríamos estar nosotros, y mirar siempre al otro estando nuestras cabezas (como mucho) a la misma altura, y si es un poco por debajo, pues estaría muy bien, vamos, humildad.

Esto tienen que ver mucho con headhuntig también, hablo de cercanía, de personas con alma, de gente con corazón, de seres humanos capaces de mirar a los ojos al sufrimiento. Este tipo de personas, son las que a mí me interesan, en mi vida, personal y laboral, que casi viene siendo lo mismo, al menos yo pongo pocas diferencias.

Un buen líder ama a los demás, se preocupa de corazón por los demás, les pregunta si están bien, en qué les pueden ayudar. Un líder ha de ser una buena persona antes. 

Recuerda: «Si me necesitas, silba».

  • Os recomiendo, hablando del granito de arena que podemos aportar cada uno para un mundo mejor: Cambia para cambiar el mundo. Un libro recién salido del horno de Héctor Trinidad, colega de profesión, runner y gran apasionado por la vida y los que laconoonemos:

https://www.facebook.com/cambiaparacambiarelmundo/
https://www.facebook.com/H%C3%A9ctor-Trinidad-862626660540243/
https://twitter.com/CambiaElMundo3

Para finalizar, os recomiendo de corazón que echéis un vistazo a Héctor Trinidad y a su recién estrenado «hijo». Hablando de cambios y de mundo, su libro se llama «Cambia para cambiar el mundo»

Gracias por leerme, muchas gracias, y os mando un fuerte abrazo.

Ana http://www.organiccoaching.es

 

Mírame a los ojos.

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A veces me preguntan que cómo he llegado dónde estoy, refiriéndose a mi estado de mental.Sobre todo personas que conocen bien mi historia. Y yo contesto (al puro estilo coaching):

«Y para ti, ¿dónde estoy?».

Me contestan de todo, pero sobre todo, se refieren al estado de «rutinariamente feliz» en el que pasan mis días, en el que fluyo conmigo misma, con mi vida.

Pues bien, la respuesta es variada.

Por una lado diría que llorando, sufriendo a tope, cayéndome y haciéndome mucho daño, rasgando mi alma, haciéndome heridas que se convierten en cicatrices que luego miro y valoro.

Equivocándome. Asumiendo. Responsabilizándome. Quitándome el rol de víctima. Relativizando. Activándome. Haciendo cosas. Esforzándome. Frustrándome. Valorándome (sin  pasarme). Equivocándome. Aprendiendo. Atreviéndome.

Cuando algunas personas, que me conocen bien desde hace muchos años, me dicen que menudo cambio, yo siempre contesto lo mismo:

 «No ha sido gratuito, no ha caído del cielo. He pagado mis facturas».

Siento, y lo digo con la más absoluta sinceridad y humildad, que le debo mucho a la vida, a mis amigos, a  mi familia, a Javi, y a todas las personas que  han confiado en mí. Me refiero tanto a personas con las que he trabajado, como con las que he colaborado, me refiero a esos grandes profesionales de los que aprendo y de los que me siento superorgullosa. También hablo de la cajera del súper, y de aquel rumano que se pudo volver a su país con su familia (vivía en la calle).

Pero todo esto, no habría sido posible sin el coaching. Para mí, el punto de inflexión que me hizo dar un giro de 180 grados, fue el coaching. Lloré como una niña pequeña al ver qué cosas más feas había dentro de mí, producto de tantas y tantas cosas por las que sufrí, y que no viene hoy al caso.

Me quité el cartel luminoso de:

«Soy una infeliz». «Todo me pasa a mí». «Qué mala suerte tengo». «Mi vida siempre será una mierda»;

y los sustituí por este:

«Asumo que gran parte de lo que me ha pasado es mi responsabilidad». «Hay cosas que ya es complejo que puedan darse, lo asumo». «Mi vida puede ser maravillosa si hago cosas». «No soy víctima de la mala suerte, yo soy  responsable de mis actos».

Esto, que a priori puede sonar sencillo, para mí fue un duro proceso. Como he comentado, había partes de mí que quería cambiar a toda costa. Sabía que me alejaban de algunas personas. Sabía que me alejaban de mí. Sabía que me alejaban de la felicidad, y más que de la felicidad, de la paz interior.

¿Os acordáis de Caótica Ana? Una película del año 2007 de Julio Medem. Pues yo me sentía así. Caos.

Ahora, y sin ningún ánimo de ir de algo que no soy, me siento feliz conmigo misma, me he perdonado, he pedido perdón y también he perdonado.

Ya no me siento culpable, sino responsable.

Ya no me siento víctima, sino responsable también.

Desde el momento que decidimos qué queremos hacer, cómo queremos ser, tomamos conciencia, nos damos cuenta, y hacemos que las cosas ocurran sin que se den por ciencia infusa, empiezan a pasarnos eso que en principio creemos que es magia. Se llama esfuerzo.

No esperes que nadie te diga cómo tienes que ser, hacia dónde has de dirigirte, cómo vas a encontrar tu felicidad (nadie mejor que tú lo sabe).

No te creas nada de lo que te digan en charlas o conferencias, incluso mías, sobre todo  las mías. Lo que a mí me vale, quizás a ti no, o sólo en un porcentaje. Al que está a tu lado, no sé, habría que preguntarle. De lo que escuches, quédate solo con lo que tu corazón se sienta cómodo.

Coge todo con pinzas, cuestiónate, mira hacia tu interior, llora, haz limpieza general (a tu modo, con tus tiempos, respetando cada emoción que vaya aflorando.

Mi opinión (tampoco tienes por qué creértela) es que para ser feliz es necesario este proceso de introspección, que te conducirá (si tienes valor) al autoconomiento.

Como dice la imagen:

«Conviértete en lo que sabes que eres».

Muchísimas gracias por leerme, por estar en mi vida. Gracias a toda la gente que me acompaña en el camino. Gracias a esas personas maravillosas que he conocido gracias a este blog y a otras RRSS, aprendo un montón de todos y cada uno de vosotros.

Recuerda: «Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?».

Ana www.organiccoaching.es

 

 

 

Firmado: El condicionado.

No estaba buscando nada en concreto y, sin embargo, me he encontrado con este vídeo que he querido compartir con vosotros.

Hace poco alguien muy cercano me comentó que había pagado, junto con su ex, un viaje de vuelta a un inmigrante que vivía en la calle.

¿Qué significa esto? A mi amiga le parece que nada, para ella no tiene mucho significado en cuanto a que su vida ha continuado siendo la misma, igual algo más apretada ese mes, nada más. Bueno, parece ser que también ha cambiado su perspectiva respecto a algunas cosas.

Hace pocos días ella me contaba que cuando le contestó a un amigo: «bueno, no tiene tanta importancia», después de que éste le dijera que tiene buen corazón y que dice mucho de ella, él le contestó: «quizás para ti no tanta, pero a ese hombre le has cambiado la vida».

En realidad, en este caso, además de palabras de afecto y de sonrisas, para ser sincera, un aporte económico venía bien, porque este hombre y su mujer vivían en la calle. Daba igual que hiciera frío, fue este invierno, que lloviera o tronara, daba igual. Hacían una comida al día.

En fin…

Lo que quiero intentar decir compartiendo este vídeo y esta historia es que, a veces, no queremos asomarnos a ver qué hay ahí fuera, fuera de nuestro mundo, porque desde luego que es jodido. Y…¿sabéis lo que pienso? (perdón si ofendo a alguien), que no nos gusta asomarnos porque vemos la cruda realidad que viven muchas personas, y porque nos sentimos mezquinos (quien tenga un mínimo de sensibilidad y de conciencia social) por no hacer más de lo que sabemos que podemos hacer.

Tal vez pensemos:

¿Qué puedo hacer, tampoco le voy a cambiar la vida?:

Y tú…¿Cómo lo sabes? ¿Le has preguntado? 

Ojalá haya muchas personas de las que me leéis que estéis pensado que soy una imbécil y una osada, porque sí que hacéis algo por los demás. Ojalá, me quedo con lo de imbécil encantada de la vida.

En otras ocasiones, una sonrisa puede cambiar mucho un estado mental, a lo mejor es sólo un momento, sin embargo, si esa sonrisa se repite, el nivel de autoestima puede ascender notablemente.

Si además nos tomamos un momento para interesarnos por cómo se siente esa persona, qué le ha llevado hasta allí (ojo con esta pregunta), un breve contacto físico, llevar algo de comida, no sé, en definitiva: lo que nos gustaría que hicieran con nosotros.

¿Te lo imaginas? ¿Eres capaz de empatizar? Sería muy bueno, yo la primera, siempre tengo la sensación de que no hago nada, o casi nada. 

Tenéis el vídeo, un ejemplo genial que nos muestra cómo por el amor de la chica (el amor en su interior) se logran tantas cosas… puede ir a vivir con su familia, que le adoran, donde no le falta de nada, sobre todo eso, amor. Y cómo no, ese maravilloso libro de poemas que tengo que indagar para comprarlo.

Luego tenemos el caso de mi amiga. Por preguntar, sólo por preguntar: ¿dónde vives? Cuando le dijo que en la calle, según me cuenta, le sonrió, y cuando llegó a su casa estuvo llorando durante un buen rato pensando en cómo podía ser que hubiera personas que no tuvieran lo básico, un techo, comida y agua. AMOR.

No pretendo fastidiaros el día, ni mucho menos, sólo pretendo que todos entendamos que un poquito de aquí y otro de allí, pueden cambiar el mundo. Un poquito tuyo, otro mío, y así…

Desde luego que si pensamos que no podemos hacer nada y no hacemos nada, ya sabéis lo que va a ocurrir: NADA.

Hablo de amor, de paz, de empatía, de solidaridad, de preocuparnos y ocuparnos, de comunicación, de respeto, de cariño, de humildad, de valentía y de tantas y tantas cosas que no terminaría nunca. Y esto, amigos míos, tiene que ver, y mucho, con el liderazgo, el de la calle, el de ir por casa, el de nuestra vida, y el que yo creo que tiene que haber en las grandes compañías, en los directivos y no tan directivos. En todos y en cada uno de nosotros, independientemente de a qué nos dediquemos. 

Me despido hoy con cierta tristeza, que se pasa enseguida.

Gracias, gracias y más gracias por estar ahí, por leerme, por vuestros comentarios públicos y/o privados.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?»

Un abrazote,

Ana    www.organiccoaching.es

«Si dices groserías es porque eres más feliz». (Ya decía yo)

Ahora lo entiendo todo, bueno, cuando digo todo me refiero al tema de la felicidad, 😉

Digo palabrotas desde que tengo uso de razón, huelga decir que creo saber elegir el momento, sin embargo, de vez en cuando se me puede escapar un «joder» y tampoco pasa nada.

Esta teoría que plantea el vídeo la tengo desde hace muchos años. Creo que las personas que decimos «groserías» somos más felices, porque, en primer lugar, estamos diciendo aquello que se nos pasa por la cabeza, y eso, eso no tiene precio (en ambientes donde haya confianza, repito).

Por otro lado, si en lugar de decir la palabra bien sonante, decimos la mal sonante, suele provocar risas, en  uno mismo y en el resto, y esto, esto tampoco tiene precio, es casi lo mejor. Yo, personalmente, me paso la vida descojonada. (Con perdón).

Esta maravillosa capacidad de exagerar las cosas que tienen las palabrotas es indescriptible, lo que sí se puede hacer es describir con exactitud algunas cosas, o situaciones que sin ser tan explícito sería más complejo (al menos para mí, quizás es que me falte vocabulario del bueno y del otro, sea una experta, ;D).

¿Cómo es cuando uno/a se cae? No es maravilloso el hecho de poder cagarse (lo he vuelto a hacer…sorry) en todo lo que a uno se le pasa por la cabeza, maldecir, y acordarse de la madre y del padre del responsable (aunque sea una piedra, una puerta, una mesa, ventana, lo que sea).

¿Y el momentazo cuando nos dan una buena noticia? Madre mía, para mí esto es peor, en el sentido de que no me dejo una en el tintero, caen todas. Como esté sola o con gente de mucha confianza hasta puede ser que me invente alguna nueva. Algo así como una «fusión palabrotera».

Yo, con el permiso o sin él del resto del mundo, voy a seguir en mi línea, porque efectivamente, sé que libero endorfinas, aumenta mi autoestima, y cómo no, quiero seguir siendo una tía honesta, así que, por mi felicidad, mi honestidad, y mi autoestima, necesito seguir siento una malhablada. Solo lo hago por eso, que conste…  😉

¿Qué tiene esto que ver con el coaching?

Todo. estoy hablando de ser honesto, de ser auténtico, de tener un nivel alto de autoestima con todos los beneficios que esto te puede aportar. Estoy hablando de felicidad, de decir lo que pienso, porque de verdad:

¿Alguien piensa que porque yo diga palabrotas voy a ser maleducada? Venga, no seas antigua/o.

Casi cerrando el post me acabo de acordar de mi querido amigo Martín, que dice que dentro de mí hay dos Ana, una es sweet Ana, otra…Ana la punkita. No le digo yo que no.

Te mando un fuerte abrazo, muchas, muchas gracias por leerme, ya sabes que valoro enormemente que dediques un rato para leer lo que escribo. Sobre todo chorradas como esta, 😉

Espero haberte sacado una sonrisa recordando algún momentos de esos a tope de genialidad + brutalidad, son lo más.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?».

Ana www.organiccoaching.es

 

 

Felicidades con retraso, Amancio. (Ortega)

 

 

¡Hola, Amancio! (Perdón por las confianzas, es decir, por omitir el Don y el Usted, yo soy de ir por casa, y además, te siento como de mi familia).

Ayer vi este vídeo, y he de reconocer que se me saltaron las lágrimas, como a ti. Bueno, no sé si igual, pero vamos, se me saltaron.

Te admiro, y decir que te admiro se queda corto, la verdad. Eres el grande entre los grandes.

Te he estudiado en varias disciplinas, siempre asoma el Sr. Ortega (es que ahora quedaba muy bien, creo) por los libros, de marketing, de psicología social; y digo  yo, por algo será no. A los profesores les da mucho juego, no me extraña.

Conozco bastante de cerca el monstruo que has/habéis/han creado.

Me produces ternura, reconozco que quizás te tenga idolatrado, pero es que crear casi 153.000 puestos de trabajo hasta 2015, no es moco de pavo, como se suele decir.

La gente más humilde y más agradecida, inteligente, competente, buenas personas que conozco y que han trabajado contigo, hablan maravillas. La sensación que tienen es que se trabaja mucho, obvio, sin embargo, lo entienden casi como un regalo, es (según me han dicho) como hacer un Máster, profesional y personal, y eso, no tiene precio.

Yo hago caso omiso de las cosas feucas que se dicen de ti, porque sinceramente, vivimos en un país de pandereta, y lo digo con suma tristeza, pero no sé, a la vista está. En este país sólo unos cuantos viven la vida desde el agradecimiento, otros muchos, critican. Y yo pienso, ¿pero estamos locos?, ¿en serio te atreves a criticar a un señor que desde cero ha logrado crear tantos y tantos miles de puestos de trabajo? Ya lo dije una vez, ojalá hubiera muchos más Amancio Ortega en España, en el  mundo.

Este vídeo habla por sí solo, desde mi punto de vista, hay amor, agradecimiento, alegría, entrega, cercanía. Valores, valores, vaya.

Hablando de cercanía, sé que comes en el comedor, mano a mano con tus trabajadores, y no sabes la envidia que me dan. Daría tanto por poder hablar contigo aunque fuera un ratito.

A M. P, tu socia, sí que he podido conocerla, una vez, le dije: «M., ahora entiendo por qué todo el mundo habla tan bien de ti, entiendo lo que dicen de que les tratas de maravilla». Ella, seré sincera, se mostró extrañada e incluso consternada, era como que no entendía nada, y me dijo: «Ana, todos los «jefes» tratamos así a nuestros empleados, todos». Cuando yo le dije que desgraciadamente eso no era así, me lanzó esta bomba que te juro me hizo llorar: «Ana, si yo tengo lo que tengo y soy lo que soy, es gracias a todos y cada uno de mis «empleados», hacia  todos y a cada uno de ellos el sentimiento que tengo es de agradecimiento». Olé, olé y olé M., como para no llorar. La adoro, qué gran mujer, qué gran persona.

En el vídeo se aprecia eso, una agradecimiento bidireccional, una amor (o cariño, si lo ves mucho) muy puro, muy sincero. Eso, es lo más bonito del mundo, para mí.

He tenido la suerte de tener clientes de Inditex, en especial de Zara, y es una pasada, hablan fenomenal, y mira que conmigo se podrían explayar, lo digo por el tema del código ético y la confidencialidad. Lo ven como un regalo, como una oportunidad para crecer, para evolucionar.

Sé que haces muchas cosas muy bonitas, que aportas mucho a la humanidad con diferentes ONG´s, y que encima, por lo que decía de país de pandereta, ni quieres que se hable de ello. Lo entiendo, por que total, ¿para qué?, si se hace, malo (siempre se encuentra una «bonita» razón para criticar), y si no se hace, pues malo también…

Eres bueno Amancio, tu cara lo dice (yo me fijo mucho en eso, entre otras cosas) y al margen de que te admire como lo que eres, un mega crack, te admiro por tu esencia, por la calma y la paz que transmites, por tu humildad, por tu intención de pasar desapercibido. Me gustas mucho, esa es la verdad.

Creas/creáis/ crean genios, te lo digo porque sé de muchas personas que han conseguido estar donde deseaban, y todos, en este caso no hay excepción, me dicen que te lo deben a ti, así que por la parte que me toca y que le tocan a esos miles de personas que le das trabajo: GRACIAS, MUCHAS GRACIAS.

Me gustaría darte un abrazo, esto ya sé que igual se me está yendo de las manos, pero es la verdad. Valoro mucho que a tu edad sigas al pie del cañón, trabajando como el que más (que esto también me lo han chivado, que te quedas hasta bien tarde).

Rompo no una, sino las lanzas que hagan falta a tu favor, no por nada, sino porque lo vales. Ya lo he hecho alguna vez y me ha costado que me eliminen de Facebook, 😉

Sólo me queda reconocerte que durante unos años he vivido con una maravillosa persona, dentro y fuera de Inditex, y que de él he aprendido el significado del concepto de «perfección» y me ha sido muy útil posteriormente. Gracias otra vez.

Me sonrío pensando en que si hubiera estado ahí el día de tu cumple, con lo que soy yo, me hubiera buscado la manera de acercarme a ti a decirte (un poco más brevemente) todo lo que has significado, significas y significarás en mi vida, de manera indirecta, sí, pero oye, que ya es mucho, creo yo. Eso sí, con tembleque de piernas.

Siento el retraso en la felicitación, no lo vi hasta ayer.

Pido perdón por si molestaron las confianzas, es que soy muy llana yo.

Un abrazote,

Ana.

 

Como siempre, gracias a mis queridísimos lectores por vuestro tiempo, gracias mil.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?», 😉

www.organiccoaching.es

 

I´m fine…

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Parece que estar triste es señal de debilidad, de un exceso de vulnerabilidad, de ser débil. Definitivamente, creo, que estar triste, hoy en día, está mal visto, tiene mala fama.

¿Cuántas veces has estado triste y has dicho que estás bien?

Yo un montón, y curiosamente, más desde que me dedico a las personas, desde que estoy más trabajada que hace unos años.

Parece que tenemos que estar siempre buceando en la felicidad, sintiendo que casi alcanzamos las estrellas para regalárselas a quien deseamos.

Parece que bucear en el mar de del gozo debe ser nuestro estado permanentemente. Siempre sentiéndonos plenos.

Desde mi punto de vista, esto no es real.

Siento una gran compasión por aquellos que sufren en silencio, que opinan que ante un suceso que le rompe en mil pedazos, tienen que contestar que todo está bien. ¿Para qué?

Por el contrario, siento una gran admiración y un gran respeto por aquellos que son lo suficientemente auténticos para mostrarse, parar desnudarse, para decir cómo se sienten de verdad, y que (me) cuentan todo lo que su alma les va dictando.

Siento pena, mucha pena cuando sé que alguien lo está pasando mal y porque haya cuatro personas (por decir algo) que proclamen a los siente vientos que hay que estar siempre felices, se lo crean, y vayan dejando que esa fractura interna vaya siendo cada vez más difícil de reparar.

Creo, que tener el valor de toparnos con nosotros mismos y ver qué nos está pasando de verdad, sin interpretar el papel de ningún superhéroe es digno de valorar.

Como dice un amigo del alma, mi estado natural es «rutinariamente feliz», ahora bien, no niego que a veces eso no es así.

De mis años colaborando en una clínica de adicciones y trastornos mentales de Alicante, recuerdo una chica/señora de Madrid que me decía: «Ana, cuando estoy bien estoy de puta madre; pero cuando estoy mal, estoy de puta pena». Así, así es muchas veces, aunque no tengamos una patología, y no hay que sentirse menos válido por ello.

Amo a las personas, con sus emociones varias e intento entender que detrás de un «estoy bien, gracias», puede esconderse un «¿me darías un abrazo?», o «¿tienes un momento para escucharme, por favor?».

No te sientas mal, por favor, por encontrarte en algunos momentos de tu vida triste, incluso si te sientes muy triste. Sé que es duro, lo sé. Te invito a que se lo cuentes a alguien, a que lo compartas.

Es como que la felicidad compartida es más felicidad, se multiplica, pero a la inversa; la tristeza compartida se divide, se atenúa. 

No te olvides de que nacemos llorando, y dando gritos, así que quizás sea esta la primera señal para darnos cuenta de que no pasa nada si nos sentimos tristes y enfadados en algún momento de nuestra vida.

Siéntete libre de llorar todo lo que te dé la gana, no le pongas parches a tu dolor, eso te hará más fuerte, creéme, te ayudará a evolucionar, a crecer, a madurar. Eso sí, mírate a un espejo y no dejes de repetirte que va a pasar. Recuerda que, seguramente, en otros momentos de tu vida también ha sido complicado, y has podido.

Quizás tengas cicatrices, seguro, yo tengo un montón, ¿y qué? Llora, conócete, permítete, no te avergüences.

No consientas que nadie te diga que «no pasa nada», porque sí que pasa, si estás como la chica de la foto, sí que pasa,  lo que ocurre es que, afortunadamente, es transitorio, se va a pasar, ya lo verás.

En estos momentos, una chica de Instragram me está diciendo que se siente identificada con la foto. Y yo, y yo también. He aprendido a mostrar mi dolor sólo con unos pocos, y al resto, «I´m fine»…

Con este post lo único que pretendo es que nos mentalicemos de que el dolor está ahí, puede estar muy cerca de ti, de mí, y que según mi opinión, merece la pena estar con los ojos bien abiertos, porque puede ser que alguien necesite sentirse un  poco comprendido. Sólo eso.

¡Ah! y por supuesto, si eres tú el que te sientes así, decirte (desde mi alma) que lo siento e invitarte a que lo compartas…

Quiero agradecer a todas la personas que tanto en el plano personal como en el profesional tenéis o habéis tenido el valor de mostrarme vuestro dolor, vuestras heridas de guerra, aquello que os perturba, o que un día lo hizo. Muchas, muchas gracias por vuestra confianza, una parte de vosotros está en mí y me ha ayudado a ser mejor persona, creo yo.

Con este post me despido hasta septiembre que volveré con los post. Os deseo un feliz verano. 😉

Un gran abrazo, gracias por leerme y como siempre:

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?»

Ana  (www.organiccoaching.es)

El rap de las cosas que son realmente importantes.

Bien, estoy de semi vacaciones, sin embargo, me desperté «rebelde» y decidí escribir sobre este vídeo que cayó en mis manos hace poco.

A mí, realmente, me produce tristeza, porque creo que en cierto modo, es cierto.

¿Tú te acuerdas de los ríos que te hicieron memorizar? Yo no, y tampoco de las miles de mesetas…en fin.

Creo que es verdad que hay que hacer hincapié en algunas cosas, un poco de cultura general no va mal, sin embargo:

 ¿Se intentaban crear personas con valores, personas felices? ¿Qué hay de eso?

He hecho coaching y trabajado en otras áreas de mi profesión donde me he encontrado con personas que a una edad adulta me han reconocido no saber quiénes son, ni dónde están, ni adónde van, ni que quieren, es decir, lo que viene siendo, que se encuentran perdidos. Lo malo: no son felices con lo que en el momento presente tienen. Lo bueno: según mi opinión, en la mayoría de los casos se puede hacer algo.

Efectivamente, nos obligaban a rezar, y según tengo entendido, la religión, sea cual sea, se basa en el amor, ¿no?

Pues bien, yo recuerdo cómo se reía de mí un profesor porque no sabía dibujar, un día incluso me rompió en mil pedazos un dibujo.

¿Es eso amor?, ¿es eso respeto? 

El amor, el respeto, y el resto de valores, han de ser bidireccionales, de mí hacia ti y de ti hacia mí, aunque sea una persona mayor o mi profesor, sobre todo por ello, yo diría. Es eso de «haz lo que yo digo no lo que yo hago».

¿Os hablaron de la educación sexual? A mí, no. ¿De las drogas? Tampoco. ¿De la importancia de hacer lo que amamos, los que nos hace felices? No.

Por esto, pasan las cosas que pasan, y para no irme por las ramas, me centraré en la educación. ¿Os habéis fijado cuantas personas adultas comienzan una carrera nueva, o la primera? Quizás tenga algo que ver con lo que estoy diciendo…

Más que una fábrica de idiotas, y no le voy a discutir a Lytos que alguno/a hay, creo que es una fábrica de personas perdidas, y en muchos casos, esto nos impide ser felices. Aunque también conozco a personas que no tienen ni idea de nada, y oye, tan contentos que van por la vida sin saber quiénes son. O eso parece.

Ya existen en España algunas escuelas increíbles (modelos que vienen de otros países, claro) donde se trabaja la inteligencia emocional, los valores, donde enseñan que no pasa nada por mostrarnos tal y como somos, que no se hunde el mundo porque lloremos, y que tenemos derecho a estar tristes, enfadados, sentirnos frustrados, y sobre todo, enseñan cómo se gestionan estas emociones. Buena noticia. La mala, cuestan una pasta, y ojalá todo el mundo pudiera darle a sus hijos le educación que esté más en consonancia con su forma de sentir, de ver la vida, pero esto no siempre es posible.

Demasiados ríos y mesetas, muy poca poesía, música, arte en el sentido más amplio de la palabra. Muchas faltas de ortografía, eso lo sigo viendo.

Inglés en vena, es una vergüenza, y aquí sí lo digo sin que me tiemble el pulso, es una vergüenza que en todos los países que he viajado por Europa (por no irme a EEUU, ;)),, nos den mil patadas. Ellos dicen que hablan «a little bit» y para mí, son bilingües, lo hablan muy, muy bien.

No me hablaron del amor, ni de cómo puedo gestionar una situación de tristeza, tampoco me explicaron que está más que bien tener respeto por TODO el mundo, y en especial por los más vulnerables. En el cole tampoco me contaron cómo podría comunicarme de una manera efectiva. No, cera autoconcepto, cero autoestima, tampoco recuerdo que me hablaran de la humildad, ni de la solidaridad. Del pedir perdón tampoco (solo de poner la otra mejilla…), ni de los beneficios de ser una persona agradecida, con la vida (en general), no me dijeron que es una suerte tener para comer todos los días, y una casa, y vivir en un país que no está viviendo una guerra. Eso, en el cole, no era importante.

¿Cómo se puede explicar que en países subdesarrollados sean más felices que nosotros? Mucho para reflexionar, yo creo.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?» 😉

Un superabrazote y muchas gracias por vuestro tiempo.

Ana. (www.organiccoaching.es)

Llorar de alegría. ¿Te animas?

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De este vídeo me quedo con todo, me quedo con la ternura con la que el profesor le mira, me quedo con la empatía, me quedo la ilusión, me quedo con el respeto, me quedo con la paciencia, me quedo con el agradecimiento, me quedo con la emoción, me quedo con la comprensión, me quedo con la humildad.

¿Has visto los ojos del profesor cuando le escuchaba al principio?

¿No os parece pura ternura? A mí, desde luego sí.

¿Te has fijado en lo resolutivo? En seguida le ofrece una posibilidad, le da una opción (era la única que se le ocurrió, y además, en la que posteriormente asegura que no confiaba en ella). Me gusta la gente valiente, que arriesga.

Cómo sale corriendo para desde la ilusión más profunda, compartir ese momento de éxito que era de ambos, para mí, era compartido. Obviamente más del alumno, sin embargo, creo justo darle su valor al profesor, el cual aporta seguridad y confianza. 

Me quedo con el respeto, qué menos, uno de los valores básicos (para mí), ese respeto del cual emergen otros muchos.

La paciencia, otro valor, creo que motivado por ese «saber que lo voy a conseguir, a mi modo, y sin embargo, ¿qué importancia tiene eso?, lo voy a lograr». Motivación máxima.

Adoro la emoción del final, de todos, emoción sin ningún tipo de contención, sin barreras, sin vergüenza, desde el alma. De alma a alma. ¿No os parece absolutamente maravilloso, con tantas personas? ¡Me encanta!

Me quedo, cómo no, con la humildad, de todos hacia todos, (no unos sobre otros, eso no es humildad, sino bidireccional).

Y  para cerrar, me quedo con el agradecimiento, no podría ser de otro modo, el agradecimiento por el esfuerzo de los profesores, a pesar de haber pasado años, esa capacidad de recordar momentos que tanto aportaron, tanto amor, que es bueno recordar.

Por eso, yo os doy también las gracias por leerme, por vuestras palabras, por vuestro tiempo, y a los que me leéis y nos conocemos, gracias también. Por vuestro cariño.

Me nutro de todo, aprendo de todo, así que mil gracias, de corazón.

Creo, que merece la pena quitar «capas a la cebolla» (como dicen mis amigas Martes de cuento, os recomiendo su blog) para llegar al corazón de las personas. Y si tienen pocas, como los tomates pues genial, solo que quizás con esas personas, haya que tener especial cuidado… 😉

Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar? 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

Vivimos en un mundo.

Antes de mi reflexión, os invito a que echéis un vistazo a este enlace que encontré el otro día en Facebook:

Vivimos en un mundo raro, por decir algo.

Donde quien tiene dinero roba, donde quien tiene que callar habla, donde quien tiene que estar agradecido, se suele quejar, y quien podría quejarse, está agradecido con bien poco.

Vivimos en un mundo donde parece que nos hayamos hecho inmunes al dolor, donde somos incapaces de empatizar con los que de verdad sufren, donde casi nunca pensamos que mientras estamos disfrutando, al menos, de estar en casa, hay millones de personas que meten a sus hijos en «flotadores» para encontrar un mundo mejor, un mundo donde al menos, sus vidas, corran menos peligro. Y lo que es mucho peor, cuando están en casa, porque el mundo es de todos, les tratamos como si no estuvieran formados por lo mismo que tú y que yo, un corazón que siente y una cabeza que piensa, entre otras cosas.

Vivimos en un mundo donde importa más el qué que el cómo, el cuánto que el valor en sí mismo, de lo que sea.

Vivimos en un mundo donde pegados a un móvil, nos perdemos el mirar a nuestro alrededor para que ver qué está pasando, con nuestras parejas, amigos, familiares o en general, lo que está pasando, que no es poco.

Vivimos en un mundo donde preferimos comunicarnos por mensajería instantánea antes que mirar a los ojos, antes que escuchar la voz al otro lado del teléfono.

Vivimos en un mundo lleno de ambición, donde tanto tienes, tanto vales. Muchas veces.

Vivimos en un mundo donde no gusta mirar al lado del dolor, porque no vamos a  hacer nada, y quizás, en algún momento, nos sintamos mal por ello, así es que lo más fácil es no mirar y hacer caso omiso.

Al menos, al menos, yo te voy a pedir algunas cosas:

Sé feliz, ama, corre, ríe, sé respetuoso, sé amable, siéntete libre y ofrece la misma libertad que a ti te gusta sentir.

Sé agradecido, llora, siente, emociónate. 

Haz lo que amas, con pasión. Sigue tus sueños.

VIVE, no pases de puntillas por la vida, sólo tienes una. 

Una vez más, muchas gracias por vuestro tiempo y  un abrazote.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

 

 

 

Madurar es entender que no todo tiene que ser perfecto.

Madurar es mirar hacia atrás, es mirar a nuestro alrededor y abrir los ojos, empatizar con el sufrimiento de los otros y sentirnos agradecidos por todo lo que sí tenemos.

Madurar es perdonar, incluso a nosotros mismos.

Es reírse, es amar, es respetar y admirar sin límites.

Es aceptar que en nuestras vidas pueden pasar cosas que no nos gustan, como en la de la mayoría de personas. A veces es muy duro, créeme que lo sé, pero se pasa (si uno quiere, claro).

Es ayudar, sin envidias, sin celos, desde la humildad.

Es escuchar, sin juzgar.

Es dejar ir, y también venir.

Es saber lo que se quiere, y lo que no, también.

Es correr hacia nuestros sueños, o al menos, caminar.

Es hablar sin destruir, porque…¿para qué?

Es prestar atención a lo que pasa en nuestro entorno más cercano, porque quizás nos estén silbando y llevemos los cascos puestos con la música a tope.

Es sonreír a la vida y sentirnos afortunados, porque creo que siempre, o casi  siempre, hay (al menos) una razón para ser feliz.

Es aprender, leer, bailar, hacer alguna locura que otra, soñar, querer a los demás como son y si no somos capaces, dejar volar.

Es echar de menos, y decirlo.

Es decir lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Sobre todo, lo que nos gusta.

Es no tener miedo a vivir cada día intensamente, como si nos fuéramos a ir de «viaje» dentro de poco.

Es ser generoso, flexible, humano, niño, adulto, loco, honesto, valiente, tenaz.

ES VIVIR CON PASIÓN.

¿Qué es para ti madurar?

Muchas gracias a todos, por vuestro tiempo y por vuestro cariño.

Gracias a todos lo que me acompañáis en el camino, de todos he aprendido, y gracias a vosotros, también he madurado.

Gracias a las putadas que me han pasado, muy importante, son la base de mi acercamiento a esto de la madurez, 😉

Si me necesitas, silba.

www.organiccoaching.es

Un abrazote,

Ana.