Analogía de la langosta

¿Nos cambiamos el caparazón?

A veces me pregunto qué podemos hacer en una situación de sumo estrés,  cuando sentimos que nuestras costuras están a punto de explotar, como comentaba Mercé Roura hace unos días en un magnífico post.

Bien, esto es algo que yo misma he sentido y que, en ocasiones, veo que sucede a algunas personas con las que colaboro. Como afirma el rabino, es positivo sentir esa incomodidad  porque normalmente, es lo que no va a llevar al cambio, esa sensación de «no aguanto más».

Quizás a veces merezca la pena apartarse un poco, tomar distancia de esta vorágine que nos tiene un poco atrapados y  de la que parece que solo somos conscientes cuando paramos. Irnos debajo de unas rocas, donde nadie nos vea, donde solo nos escuchemos a nosotros mismos y ver qué sentimos, qué nos tenemos que decir, qué queremos hacer.

Quizás también merezca la pena saber bien a dónde nos dirigimos, con quién, cómo, y el archifamoso: PARA QUÉ; y darnos cuenta de si el caparazón nos viene pequeño, si nos está presionando demasiado.

Como decía Coco Chanel: “Menos es más”.

Nuestra identidad no es simple, ni inmutable, va cambiando a través del tiempo por muchos motivos, por nuestras experiencias vitales, por nuestro grado de madurez y por diferentes motivos, así que yo creo es interesante cambiarse de traje, mutar, tomar conciencia y darnos cuenta de cuánto tiempo, si es que nos está sucediendo, llevamos sintiendo esto.

Es positivo parar, saber si nos sentimos cómodos o no, y e ir a la  acción.

Hace poco, alguien relacionado con mi vida laboral me hablaba de esto, del estrés, de su incomodidad, y cuando le pregunté que qué había pensado hacer, me dijo: “Pensar hasta ahora, que he decidido pasar a la acción, por eso te contacté».

Pensar está muy bien, es necesario, pero cuánto tiempo, posiblemente sería buena idea pasar de pensar a la acción.

Recuerda, cuando sientas presión, que quizás sea buena idea irnos para luego volver con una ropa nueva que no nos apriete.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?»: www.organiccoaching.es

Os invito a visitar mi nueva web:

www.organictalent.es

Un abrazo y gracias por vuestro tiempo.

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Duele. Duele. Duele. DUELO.

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DUELE.

Pues claro que duele, todos los duelos, duelen.

Cuando sentimos que hemos puesto toda nuestra ilusión, todo nuestro amor, todo nuestro esfuerzo, todo nuestro alma en una persona, en un trabajo, o en algo que anhelábamos, duele mucho si «eso» se esfuma, si eso se evapora.

Si hablamos del tema de las parejas, me viene a la cabeza lo típico de «una veces se gana y otras se pierde». No me gusta mucho esto para casos así, tan emocionales. Desde mi punto de vista, se pierde, en general, ambas partes pierden.

Sin duda, si alguien me está leyendo (espero que al menos una persona, ;D) podáis pensar que la persona que toma la decisión sufre menos.

Pues bien, parece obvio decir que sí, ¿no? También, desde mi humilde opinión, es relativo, es decir, sí y no.

Quizás sufra menos en el proceso real (a nivel tiempo de la «despedida»), sin embargo, sería bueno preguntar qué estaba pasando antes en su interior, sin juzgar en exceso a nadie ni nada,  porque como decían nuestros padres de pequeños, «eso está feo». 

Los duelos duelen, necesitan su tiempo. Por cierto, suele ser un año, una año porque uno comienza a pensar cosas de este estilo:

«Hoy hace tantos años desde que nos conocimos»

«Hoy haría 7 años de nuestra boda»

«Hoy hace 9 años desde que nos besamos la primera vez»

Y así un largo etcétera de sucesos que posiblemente necesiten un añito para cerrar página. Afortunadamente a veces es menos, como es lógico depende mucho de las situaciones.

Sobre todo para las personas que no han tomado la decisión hay varias etapas, que seguro que os suenan:

1/ Negación: NO, NO Y NO.  Algo así como:

«Ni de coña, esto es un enfado, seguro que se le pasa». O también algo así: «No puede ser, esto no me puede estar pasando a mí, es imposible».

2/ Rabia + tristeza:

Esta es muy dura también, porque de repente, nos transformamos en personas desconocidas, algo así como una mezcla entre Mª Magdalena (la famosa Zarzamora también vale), y la niña del exorcista. Aunque utilice este tono, perdonadme, sé que se pasa horrible, yo misma lo he pasado en algún momento de mi vida, por eso mismo he puesto esos ejemplos, porque yo misma me sentía así. Para eso utilizo el tono «humor», para no sentirme una víctima…

3/ La asimilación:

Por fin se empieza a ver la luz al final del túnel, bendita asimilación. Yo creo que esta es una fase de gran importancia, donde la introspección nos va ayudar mucho a evolucionar, a tomar conciencia sobre qué cosas podemos mejorar en adelante para que nos vaya mejor, para ser más felices e intentar darle un giro de 180 grados a nuestras formas (estereotipadas muchas veces) de llevar una relación.

4/ Aceptación:

 ¡¡¡Menos mal!!! Aquí, justo aquí, es cuando muchas parejas deciden acercarse de nuevo, asomar la patita otra vez en la vida de aquella persona que un día compartió momentos de tanta y tanta felicidad. Lo ideal, para mí, es que (si es posible) en las fases anteriores también se pueda conseguir, dando espacios cuando vemos que la otra persona sufre, que no le hace bien determinada comunicación, alejarnos un poco.

En fin, los duelos, duelen. Se enfadarán con nosotros, casi seguro. O nosotros con la otra parte. Sin sentido, sin un por qué y sin un para qué.

 Yo creo que merece la pena entender, ponerse en la situación de la otra persona, no tener nada en cuenta, EMPATIZAR, pensar en todo el amor que queda, aunque sea a otro nivel, y no decir nada, sólo entender.

Como dice la imagen:

Duele. Duele. Duele. Duelo.

Enfado. Tiempo. Acepto. Sano. Vuelo. VUELVO. (Yo añadiría esto, vuelvo)

Me he centrado en una separación de una pareja, y también ,por supuesto, con los duelos cuando alguien a quien amamos se va, para no volver, digo; con abortos, incluso tratamientos de fertilidad, desilusiones con amigos, etc. En definitiva, algo que nos provoca un terremoto interior y que hace que nuestros cimientos se caigan. 

Os mando un super abrazo (en especial a quien esté pasando por un duelo). Mil gracias por leerme y por dedicarme un ratito, muchas gracias.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?»

Ana      www.organiccoaching.es

 

Ninguno quiso mojarse y acabaron muriendo de sed.

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Vivimos en un contexto histórico donde, al menos a mí, me parece interesante que hagamos una reflexión. A ver…¿Qué quieres? Yo misma: ¿Qué quiero?

Curioso. Queremos no tener pareja, que no es lo mismo que estar solos, ¿o sí? Queremos tener pareja, y la verdad, a veces no comprendo muy bien para qué, para estar haciendo «soffing» cada uno con su iPhone dale que te pego a las redes sociales…

Queremos dormir con alguien, pero ¿Para qué? ¿Para no sentirnos solos, para sentir que alguien nos quiere, para sentir que le importamos a alguien? ¿Pura costumbre?

Me viene a la cabeza una canción de Sabina, que decía algo como de un gato sin dueño que va por los tejados, o también me suena algo así como «no miento si juro que daría por ti la vida entera, y sin embargo, un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera».

¿Qué nos está pasando? No sé, parece que hoy en día decir que se quiere una relación un poco más profunda, de alma a alma, de piel con piel, no está de moda, es como que «eres una antigua». Ni siquiera el término «folloamiga», o como se diga, es como… «uffffff, eso es mucho».

Pero, pero, luego llega un domingo lluvioso, o llegan las vacaciones, o un día cualquiera de una semana cualquiera, y oye, como que echas de menos un poco de amor, de amor del bueno. Ya no hablo de acostarte con alguien, sino de acostarte y levantarte. Pero oye, que no, que esto no es así.

Queremos unos curros increíbles, que nos llenen, hablar idiomas, «triunfar», salir ideales en las fotos de las redes sociales, tener muchos seguidores, y no sé, esto me lo pregunto mucho últimamente: ¿Para qué? ¿Qué te/me aporta tener veinte mil «me gusta» en una foto de Facebook? De toda esa gente, ¿a quién crees que le importas de verdad? ¿Será una  cuestión un poco de ego? ¿Sería mejor invertir ese tiempo en llamar por teléfono y decir: «Te veo genial (o fatal), dime, ¿cómo estás? Pero no, esto quizás ate mucho, es mejor mantener un poco la distancia de precaución, y pasar solo si hay un paso de cebra, y si el semáforo está en verde. Pero, ¿sabemos cuándo el semáforo está en verde?

Vamos a inventar una palabra, aunque quizás exista y yo la desconozca:

amorfobia.

Ayer lo hablaba con un amigo, me decía que llevaba dos años sin estar con nadie, y que sentía que él mismo se estaba bloqueando, y puede ser, claro que pude ser. No queremos un polvo rápido pero tampoco una relación. No quiero desnudarme ante ti, porque me da vergüenza que veas cuán vulnerable soy, y por supuesto, aunque me gustes, no te lo haré saber, porque  total, no tengo ni idea de lo que quieres. No tengo mucho tiempo, así que el que tengo quiero que sea muy especial, pero claro, a la primera de cambio cojo la puerta y me largo, y así, es difícil que surja algo bonito. Ah, bueno, pero realmente yo quiero algo bonito o yo qué quiero.

¡Ya lo tengo!: quiero tener pareja cuando me dé la gana, como me dé la gana, con quién me dé la gana, donde me dé la gana, el tiempo que me dé la gana, y todo como me dé la gana, porque las normas, las pongo yo… Así  nos va.

Esto último no va conmigo, la verdad, y sin embargo, no me queda otra, lo respeto, es que no hay más opción. Me pregunto ahora mismo, justo ahora, cómo han cambiado tanto nuestros valores, cómo se antepone el éxito profesional al personal, cómo se puede preferir el dormir solo a dormir con alguien (no cualquiera, como decía Sabina).

Es curioso que nos parezca un acto de una intimidad absoluta dormir con alguien, y sin embargo, desnudarnos y tener sexo con alguien sea como el que comparte una mirada furtiva en plena calle. Como decía otra canción: «ay, cómo hemos cambiado…»

En definitiva, y una vez más, estaría más que bien, según mi opinión, que nos preguntáramos qué estamos haciendo con nuestras vidas, si estamos dejando que se nos escapen trenes que quizás nos podrían llevar a sitios bonitos, o al menos, con un trayecto chulo, que nos haga saltar de felicidad. Puede ser que nos queramos bajar a las pocas paradas, pero…¿Y qué? Son oportunidades. Hace unos días lo hablaba con mi hermana por algo que le habían dicho de los tres que pasan, y bueno, yo creo que el tren sigue pasando, lo cojas tú o no, no se para, lo que depende de uno es si ese tren nos llevará a nosotros o si por el contrario, decimos quedarnos en tierra, y en ese caso, subirán otras personas.

Acuérdate de que sólo tienes una vida, y una vez leí que un día sin sonreír es un día perdido, y con el amor, pasa algo parecido: si tienes la posibilidad de amar y de que te amen, hazlo. Quizás dentro de unos años se ponga de moda amar y no sé, te acuerdes de esa persona…

Ojo, también entiendo que tal y como está el percal, algunos prefieran aquello de «Virgencita, virgencita que me quede como estoy». Normal…

Perdonad si veis alguna falta de ortografía, no voy a repasar el post porque si no, quizás no lo publique, así que, esta es mi reflexión más personal sobre el amor, las parejas, las pseudo parejas, las neo parejas, y todo eso, 😉

Mil gracias por leerme, y por cierto, ¿Qué tiene que ver esto con mi trabajo? MUCHO. Hablo, como es evidente, de amor, de respeto, de empatía, de ser uno mismo, de liderazgo, de autenticidad, de reflexión, compartir, sinceridad, cambio de paradigma, etc.

Gracias a Coco Animaux (Instagram) por esta imagen que ya publiqué en mis redes sociales hace un tiempo, me encanta.  Gracias a Inés Lee por la publicación hoy la misma red social porque me ha invitado a reflexionar (de nuevo) sobre este tema.

Un abrazote, y si no vuelvo por aquí: Feliz año 2017.

Ana http://www.organiccoaching.es

 

 

«hazlo, y si te da miedo, hazlo con miedo»

Resultado de imagen de hazlo y si te da miedo hazlo con miedoMe llama la atención cuando un montón de personas, por ejemplo este fin de semana, me dicen que qué valiente soy por determinadas decisiones que he ido tomando a lo largo de mi vida. 

¿Valiente? Yo no lo veo, si me dan miedo las decisiones, un montón algunas de ellas. Pero en fin, voy a intentar diseccionar un poco este tema…

Vamos a ver, ¿valiente por qué? ¿Por tomar decisiones? Miles de personas lo hacen, yo creo. Para mí, ya lo he dicho en alguna ocasión, lo valiente, lo osado, es olvidarnos de que cada decisión, cada oportunidad que nos ofrece la vida y que supone que «tengamos» que tomar, es una manera de madurar, de crecer, de evolucionar, de darnos una oportunidad para ser felices, o más felices. 

Cada decisión lleva (si no todas, la mayoría) un tirarse al vacío, un riesgo, porque no saber predecir el futuro, yo por lo menos, lleva implícito dicho riesgo. Ahí comienzan nuestras dudas y nuestros dos yoes comienzan su lucha y nos mandan a gritos diferentes consejos: 

«Nooo, no lo hagas, estás bien como estás, déjalo». «Ni se te ocurra, estás loca»

«Hazlo, hazlo, es normal que tengas miedo. Sólo se vive una vez, arriésgate, vívelo, es una oportunidad que cuando pase un tiempo seguro que te alegras de haberla tomado». 

Yo hago muchas, muchísimas cosas con miedo. Tomo un montón de decisiones en las que me pregunto si en algún momento me podré arrepentir. Yo creo que la pregunta clave es algo así: 

«¿Eres feliz?» Si la respuesta es «no»…

¿A qué esperas para serlo, a tener 80 años? 

«Sí, soy feliz». A lo que yo diría: ¿Quieres ser más feliz? Hazlo.

Es lo que está tan super de moda de salir de la zona de confort (me cansa un poco, pero bueno), e irnos a la zona de aprendizaje, donde es seguro que nos van a pasar más cosas. 

Oye, que no pasa nada si tú decides quedarte ahí tan a gustito en tu guarida, yo lo respeto, me parece que cada uno vive su vida como, donde y con quien quiere. Desde luego yo lo siento y lo vivo de otra manera, pienso diferente. 

Yo, con mis conversaciones internas, que no son pocas, me digo: ¿Ana, eres feliz? ¿Hay algo que quieres hacer para ser más feliz? Le doy vueltas, a veces más y a veces menos, y lo suelo hacer. 

No es lo mismo hacer puenting que dejar un trabajo donde uno lleva mil años, o una relación, o cambiar de cuidad y «dejar» a familia, amigos, mar,  olores, sensaciones e irse a otra ciudad. Lo del puenting lo tengo que valorar, veremos, ;). 

Lo que intento decir es que la vida, está llena de decisiones, unas más triviales y otras implican gran responsabilidad, a veces se tienen que tomar con más prisa (puenting) y otras requieren más tiempo. 

En cualquier caso, y ahora super en serio, yo tengo miedo muchas veces, la gran mayoría de decisiones, sobre todo si las mismas implicas cualquier tipo de impacto  a otras personas. Cada vez que cambio de ciudad me pregunto si estaré bien, y la verdad, en casi todos los sitios he estado bien. Adaptarse cuesta un poco, o mucho, pero merece la pena.

Siento que me subo a una escalera, mi escalera, hay una puerta, en en ella una mirilla, donde veo el abanico de posibilidades que me puedo encontrar, y son miles, las que la imaginación de cada uno quiera o pueda crear. Esta feo que yo lo diga, soy experta en imaginar, en elucubrar…Sí, y no lo digo en plan prepotente, porque en ocasiones, eso que veo es posible que pase, sin embargo, es tan, tan sumamente improbable, que…en fin…desde mi mirilla, a la que accedo cuando me subo a la escalera, se ven muchas cosas. Unas me encantan, cierto (si no las viera, es evidente que no tomaría las decisiones, tampoco soy tan tonta) y otras, ya digo, pues no son tan «divertidas».

Yo soy de la opinión de que es mejor arrepentirse de cosas que se han hecho (con miedo o sin él) que de arrepentirse de algo que nunca se hizo. Al menos se habrá intentado, digo yo. Topicazo al canto. 

De hecho, ahora que pienso, en mi firma en los correos, tengo puesto esto: 

«Haz lo que quieres hacer antes de que se convierta en lo que te gustaría haber hecho». 

Pues eso. 

Gracias por vuestro tiempo, un abrazote. Espero que hayáis disfrutado mucho del verano. 

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?»

Ana    (www.organiccoaching.es)

I´m fine…

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Parece que estar triste es señal de debilidad, de un exceso de vulnerabilidad, de ser débil. Definitivamente, creo, que estar triste, hoy en día, está mal visto, tiene mala fama.

¿Cuántas veces has estado triste y has dicho que estás bien?

Yo un montón, y curiosamente, más desde que me dedico a las personas, desde que estoy más trabajada que hace unos años.

Parece que tenemos que estar siempre buceando en la felicidad, sintiendo que casi alcanzamos las estrellas para regalárselas a quien deseamos.

Parece que bucear en el mar de del gozo debe ser nuestro estado permanentemente. Siempre sentiéndonos plenos.

Desde mi punto de vista, esto no es real.

Siento una gran compasión por aquellos que sufren en silencio, que opinan que ante un suceso que le rompe en mil pedazos, tienen que contestar que todo está bien. ¿Para qué?

Por el contrario, siento una gran admiración y un gran respeto por aquellos que son lo suficientemente auténticos para mostrarse, parar desnudarse, para decir cómo se sienten de verdad, y que (me) cuentan todo lo que su alma les va dictando.

Siento pena, mucha pena cuando sé que alguien lo está pasando mal y porque haya cuatro personas (por decir algo) que proclamen a los siente vientos que hay que estar siempre felices, se lo crean, y vayan dejando que esa fractura interna vaya siendo cada vez más difícil de reparar.

Creo, que tener el valor de toparnos con nosotros mismos y ver qué nos está pasando de verdad, sin interpretar el papel de ningún superhéroe es digno de valorar.

Como dice un amigo del alma, mi estado natural es «rutinariamente feliz», ahora bien, no niego que a veces eso no es así.

De mis años colaborando en una clínica de adicciones y trastornos mentales de Alicante, recuerdo una chica/señora de Madrid que me decía: «Ana, cuando estoy bien estoy de puta madre; pero cuando estoy mal, estoy de puta pena». Así, así es muchas veces, aunque no tengamos una patología, y no hay que sentirse menos válido por ello.

Amo a las personas, con sus emociones varias e intento entender que detrás de un «estoy bien, gracias», puede esconderse un «¿me darías un abrazo?», o «¿tienes un momento para escucharme, por favor?».

No te sientas mal, por favor, por encontrarte en algunos momentos de tu vida triste, incluso si te sientes muy triste. Sé que es duro, lo sé. Te invito a que se lo cuentes a alguien, a que lo compartas.

Es como que la felicidad compartida es más felicidad, se multiplica, pero a la inversa; la tristeza compartida se divide, se atenúa. 

No te olvides de que nacemos llorando, y dando gritos, así que quizás sea esta la primera señal para darnos cuenta de que no pasa nada si nos sentimos tristes y enfadados en algún momento de nuestra vida.

Siéntete libre de llorar todo lo que te dé la gana, no le pongas parches a tu dolor, eso te hará más fuerte, creéme, te ayudará a evolucionar, a crecer, a madurar. Eso sí, mírate a un espejo y no dejes de repetirte que va a pasar. Recuerda que, seguramente, en otros momentos de tu vida también ha sido complicado, y has podido.

Quizás tengas cicatrices, seguro, yo tengo un montón, ¿y qué? Llora, conócete, permítete, no te avergüences.

No consientas que nadie te diga que «no pasa nada», porque sí que pasa, si estás como la chica de la foto, sí que pasa,  lo que ocurre es que, afortunadamente, es transitorio, se va a pasar, ya lo verás.

En estos momentos, una chica de Instragram me está diciendo que se siente identificada con la foto. Y yo, y yo también. He aprendido a mostrar mi dolor sólo con unos pocos, y al resto, «I´m fine»…

Con este post lo único que pretendo es que nos mentalicemos de que el dolor está ahí, puede estar muy cerca de ti, de mí, y que según mi opinión, merece la pena estar con los ojos bien abiertos, porque puede ser que alguien necesite sentirse un  poco comprendido. Sólo eso.

¡Ah! y por supuesto, si eres tú el que te sientes así, decirte (desde mi alma) que lo siento e invitarte a que lo compartas…

Quiero agradecer a todas la personas que tanto en el plano personal como en el profesional tenéis o habéis tenido el valor de mostrarme vuestro dolor, vuestras heridas de guerra, aquello que os perturba, o que un día lo hizo. Muchas, muchas gracias por vuestra confianza, una parte de vosotros está en mí y me ha ayudado a ser mejor persona, creo yo.

Con este post me despido hasta septiembre que volveré con los post. Os deseo un feliz verano. 😉

Un gran abrazo, gracias por leerme y como siempre:

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?»

Ana  (www.organiccoaching.es)

El rap de las cosas que son realmente importantes.

Bien, estoy de semi vacaciones, sin embargo, me desperté «rebelde» y decidí escribir sobre este vídeo que cayó en mis manos hace poco.

A mí, realmente, me produce tristeza, porque creo que en cierto modo, es cierto.

¿Tú te acuerdas de los ríos que te hicieron memorizar? Yo no, y tampoco de las miles de mesetas…en fin.

Creo que es verdad que hay que hacer hincapié en algunas cosas, un poco de cultura general no va mal, sin embargo:

 ¿Se intentaban crear personas con valores, personas felices? ¿Qué hay de eso?

He hecho coaching y trabajado en otras áreas de mi profesión donde me he encontrado con personas que a una edad adulta me han reconocido no saber quiénes son, ni dónde están, ni adónde van, ni que quieren, es decir, lo que viene siendo, que se encuentran perdidos. Lo malo: no son felices con lo que en el momento presente tienen. Lo bueno: según mi opinión, en la mayoría de los casos se puede hacer algo.

Efectivamente, nos obligaban a rezar, y según tengo entendido, la religión, sea cual sea, se basa en el amor, ¿no?

Pues bien, yo recuerdo cómo se reía de mí un profesor porque no sabía dibujar, un día incluso me rompió en mil pedazos un dibujo.

¿Es eso amor?, ¿es eso respeto? 

El amor, el respeto, y el resto de valores, han de ser bidireccionales, de mí hacia ti y de ti hacia mí, aunque sea una persona mayor o mi profesor, sobre todo por ello, yo diría. Es eso de «haz lo que yo digo no lo que yo hago».

¿Os hablaron de la educación sexual? A mí, no. ¿De las drogas? Tampoco. ¿De la importancia de hacer lo que amamos, los que nos hace felices? No.

Por esto, pasan las cosas que pasan, y para no irme por las ramas, me centraré en la educación. ¿Os habéis fijado cuantas personas adultas comienzan una carrera nueva, o la primera? Quizás tenga algo que ver con lo que estoy diciendo…

Más que una fábrica de idiotas, y no le voy a discutir a Lytos que alguno/a hay, creo que es una fábrica de personas perdidas, y en muchos casos, esto nos impide ser felices. Aunque también conozco a personas que no tienen ni idea de nada, y oye, tan contentos que van por la vida sin saber quiénes son. O eso parece.

Ya existen en España algunas escuelas increíbles (modelos que vienen de otros países, claro) donde se trabaja la inteligencia emocional, los valores, donde enseñan que no pasa nada por mostrarnos tal y como somos, que no se hunde el mundo porque lloremos, y que tenemos derecho a estar tristes, enfadados, sentirnos frustrados, y sobre todo, enseñan cómo se gestionan estas emociones. Buena noticia. La mala, cuestan una pasta, y ojalá todo el mundo pudiera darle a sus hijos le educación que esté más en consonancia con su forma de sentir, de ver la vida, pero esto no siempre es posible.

Demasiados ríos y mesetas, muy poca poesía, música, arte en el sentido más amplio de la palabra. Muchas faltas de ortografía, eso lo sigo viendo.

Inglés en vena, es una vergüenza, y aquí sí lo digo sin que me tiemble el pulso, es una vergüenza que en todos los países que he viajado por Europa (por no irme a EEUU, ;)),, nos den mil patadas. Ellos dicen que hablan «a little bit» y para mí, son bilingües, lo hablan muy, muy bien.

No me hablaron del amor, ni de cómo puedo gestionar una situación de tristeza, tampoco me explicaron que está más que bien tener respeto por TODO el mundo, y en especial por los más vulnerables. En el cole tampoco me contaron cómo podría comunicarme de una manera efectiva. No, cera autoconcepto, cero autoestima, tampoco recuerdo que me hablaran de la humildad, ni de la solidaridad. Del pedir perdón tampoco (solo de poner la otra mejilla…), ni de los beneficios de ser una persona agradecida, con la vida (en general), no me dijeron que es una suerte tener para comer todos los días, y una casa, y vivir en un país que no está viviendo una guerra. Eso, en el cole, no era importante.

¿Cómo se puede explicar que en países subdesarrollados sean más felices que nosotros? Mucho para reflexionar, yo creo.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?» 😉

Un superabrazote y muchas gracias por vuestro tiempo.

Ana. (www.organiccoaching.es)

Llorar de alegría. ¿Te animas?

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De este vídeo me quedo con todo, me quedo con la ternura con la que el profesor le mira, me quedo con la empatía, me quedo la ilusión, me quedo con el respeto, me quedo con la paciencia, me quedo con el agradecimiento, me quedo con la emoción, me quedo con la comprensión, me quedo con la humildad.

¿Has visto los ojos del profesor cuando le escuchaba al principio?

¿No os parece pura ternura? A mí, desde luego sí.

¿Te has fijado en lo resolutivo? En seguida le ofrece una posibilidad, le da una opción (era la única que se le ocurrió, y además, en la que posteriormente asegura que no confiaba en ella). Me gusta la gente valiente, que arriesga.

Cómo sale corriendo para desde la ilusión más profunda, compartir ese momento de éxito que era de ambos, para mí, era compartido. Obviamente más del alumno, sin embargo, creo justo darle su valor al profesor, el cual aporta seguridad y confianza. 

Me quedo con el respeto, qué menos, uno de los valores básicos (para mí), ese respeto del cual emergen otros muchos.

La paciencia, otro valor, creo que motivado por ese «saber que lo voy a conseguir, a mi modo, y sin embargo, ¿qué importancia tiene eso?, lo voy a lograr». Motivación máxima.

Adoro la emoción del final, de todos, emoción sin ningún tipo de contención, sin barreras, sin vergüenza, desde el alma. De alma a alma. ¿No os parece absolutamente maravilloso, con tantas personas? ¡Me encanta!

Me quedo, cómo no, con la humildad, de todos hacia todos, (no unos sobre otros, eso no es humildad, sino bidireccional).

Y  para cerrar, me quedo con el agradecimiento, no podría ser de otro modo, el agradecimiento por el esfuerzo de los profesores, a pesar de haber pasado años, esa capacidad de recordar momentos que tanto aportaron, tanto amor, que es bueno recordar.

Por eso, yo os doy también las gracias por leerme, por vuestras palabras, por vuestro tiempo, y a los que me leéis y nos conocemos, gracias también. Por vuestro cariño.

Me nutro de todo, aprendo de todo, así que mil gracias, de corazón.

Creo, que merece la pena quitar «capas a la cebolla» (como dicen mis amigas Martes de cuento, os recomiendo su blog) para llegar al corazón de las personas. Y si tienen pocas, como los tomates pues genial, solo que quizás con esas personas, haya que tener especial cuidado… 😉

Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar? 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

¿Cuánto pesa tu vaso de agua?

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soltar vaso

 

Suelo hablar con personas que, en ocasiones, se sienten estresadas o agobiadas. Es normal, todos lo hacemos en un momento dado en nuestras vidas, parar ser más exacta, en varios, otras personas en muchos.

Pues he aquí la respuesta a cuando a mí me preguntan que cómo lo hago, cómo lo hago para superar situaciones dolorosas o de estrés.

No es magia, no se trata de eso. Obviamente, creo necesario conectar con aquello que no duele, con aquello que nos bloquea, con esa emoción que creo en la mayoría de ocasiones es miedo y tristeza, o ambas. Menuda pu**da cuando les da por venir juntas, lo sé.

El pensar demasiado, sobre todo, sin no hacer nada, sin pasar a la acción, hace que no sepamos ni qué hacer ni qué decir, yo me he visto en esas alguna vez.

Respira, en el sentido más amplio de la palabra, sin embargo, cuando el brazo te duela, hazte un favor, suelta el vaso. Desconecta, desconecta y vuelva a conecta cuando ya no te duela. Y si no te hace falta volver a levantar el vaso y cargártelo, mucho mejor para ti.

La vida a veces nos pone en situaciones que nos provocan cierto estado de dicotomía absoluta, yo lo que recomiendo es que escuches a tu corazón, es el que mejor de puede aconsejar, sin embargo, no te olvides de la parte racional, no te olvides de lo que por tu cabeza pasa.

Está bien pensar, está bien sentir el dolor, pero creo que no hay que darle tanta, tanta importancia, ni tanto tiempo, en especial, esto. No creo que sea interesante dejar que la tristeza nos atrape, porque quizás, si miras a tu alrededor, verás que no es para tanto.

Mueren familiares, les decimos adiós no sin (en muchos casos) pensar que lo podíamos haber hecho mejor, y el sentimiento de culpa se apodera de nosotros, junto con la tristeza, porque lo malo de estos casos, es que no hay vuelta atrás, no hay perdones, no hay abrazos, ya no se puede.

Hay separaciones, que (por desgracia) en algunos casos no terminan bien, y en cualquier caso, son duras. Quizás aquí también surjan preguntas como que qué se podría haber hecho mejor. Y se echa de menos, claro. Lo extraño sería no acordarse nunca de una persona que ha estado tan, tan cerca de nosotros, de nuestro alma, de nuestro corazón. Aunque se finalice bien, es duro.

Si nos distanciamos de amigos, o tenemos cualquier problema en el trabajo, o si no tenemos tiempo…igual, a levantar el vaso. Ok, todo esto lo entiendo.

Pero dime una cosa, ¿qué te aporta estar con el vaso soportando ese peso durante tanto tiempo?

Mira a tu alrededor, abre los ojos y escucha, escucha bien. Seguro que ves cosas bonitas, seguro que escuchas cosas que te gustan.

Hace falta sólo una cosa: valorar lo que tienes. 

Muchas, muchas gracias por leerme. Cada vez somos más, y os estoy muy agradecida.

Un abrazote y ya sabes, no te olvides: Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar? 😉

Ana   (www.organiccoaching.es)

Vivimos en un mundo.

Antes de mi reflexión, os invito a que echéis un vistazo a este enlace que encontré el otro día en Facebook:

Vivimos en un mundo raro, por decir algo.

Donde quien tiene dinero roba, donde quien tiene que callar habla, donde quien tiene que estar agradecido, se suele quejar, y quien podría quejarse, está agradecido con bien poco.

Vivimos en un mundo donde parece que nos hayamos hecho inmunes al dolor, donde somos incapaces de empatizar con los que de verdad sufren, donde casi nunca pensamos que mientras estamos disfrutando, al menos, de estar en casa, hay millones de personas que meten a sus hijos en «flotadores» para encontrar un mundo mejor, un mundo donde al menos, sus vidas, corran menos peligro. Y lo que es mucho peor, cuando están en casa, porque el mundo es de todos, les tratamos como si no estuvieran formados por lo mismo que tú y que yo, un corazón que siente y una cabeza que piensa, entre otras cosas.

Vivimos en un mundo donde importa más el qué que el cómo, el cuánto que el valor en sí mismo, de lo que sea.

Vivimos en un mundo donde pegados a un móvil, nos perdemos el mirar a nuestro alrededor para que ver qué está pasando, con nuestras parejas, amigos, familiares o en general, lo que está pasando, que no es poco.

Vivimos en un mundo donde preferimos comunicarnos por mensajería instantánea antes que mirar a los ojos, antes que escuchar la voz al otro lado del teléfono.

Vivimos en un mundo lleno de ambición, donde tanto tienes, tanto vales. Muchas veces.

Vivimos en un mundo donde no gusta mirar al lado del dolor, porque no vamos a  hacer nada, y quizás, en algún momento, nos sintamos mal por ello, así es que lo más fácil es no mirar y hacer caso omiso.

Al menos, al menos, yo te voy a pedir algunas cosas:

Sé feliz, ama, corre, ríe, sé respetuoso, sé amable, siéntete libre y ofrece la misma libertad que a ti te gusta sentir.

Sé agradecido, llora, siente, emociónate. 

Haz lo que amas, con pasión. Sigue tus sueños.

VIVE, no pases de puntillas por la vida, sólo tienes una. 

Una vez más, muchas gracias por vuestro tiempo y  un abrazote.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

 

 

 

La grandeza de un campeón.

Vídeo

 

Así son los grandes, los que  llenan nuestros corazones, los que nos hacen sentir bien en cualquier sitio y en (casi) cualquier situación.

Los que con su cercanía y su respeto nos acercan a ellos/nosotros mismos, los que con su amor y su humor nos hacen sentir como en un sueño.

Así son.

Son humildes, empáticos, divertidos (o eso me gusta creer) y estoy segura de que  una de las claves es ver el lado positivo de la vida.

Tratan igual a todo el mundo, sea quien sea, tenga lo que tenga, deje de tener lo que deje de tener, al fin y al cabo, ellos ya ponen el alma.

Son así.

Te miran y te sonríen, te dicen que todo va a salir bien, y te transmiten paz.

Los grandes, para mí, son grandes, en primer lugar, por todo esto.

Te cogen de la mano y te acompañan a soñar, aunque sea solo por unos minutos, ¿qué más da? Lo bonito es qué has podido sentir en ese espacio tiempo, minutos, segundos, toda una vida, lo que sea.

Te cogen de la mano aunque eso suponga que quizás para mantener su equilibrio tengan que esforzarse un poquito más.

Me gusta este tipo de gente, la admiro muchísimo, creo que tienen tanto que enseñarme que no me despegaría de ellos ni un solo segundo. Lo sé, quizás me haya pasado un poco con el tema del tiempo, 😉

Me gusta la buena gente, los que son capaces de estremecerse, y se estremecen. Los que se emocionan, los que sienten, los que quieren compartir sin temor.

Me gusta la gente que me ayuda a ser (más) yo misma, con los que me muestro tal como soy y me siento como si nadara desnuda en cualquier mar del mundo.

Adoro a la gente que cuando me mira me habla.

A todos aquellos que me hacéis reír, o que me tocáis el corazón, más gracias.

Esto va de liderazgo encubierto, porque para mí, el auténtico liderazgo, comienza desde estos valores, y aplicado a los que tenemos más «a mano».

Esto para mí (entre otras cosas) es el liderazgo.

A toda esta gente que aportáis tanto en mi vida, que añadís felicidad a la que ya tengo, gracias, muchas, muchísimas gracias.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana (www.organiccoaching.es)