Si todos nos ayudamos, nadie se cae.

si-todos-nos-ayudamos

 

Me gusta saber que hay personas a las que de verdad les gusta ayudar. Ahora que pienso, yo más que ayudar, ya lo he comentado en alguna ocasión, prefiero el verbo «servir». Tengo extrañas sensaciones con el verbo «ayudar».

En las empresas, en las empresas con sus proveedores, sobre todo, en las empresas con sus con sus empleados, que son los suyos, su familia:

ayudar o servir. 

En tu día a día, a la señora que pide en la puerta del supermercado, a esa otra que se cae o que va cargada de bolsas. Al señor al que una chica joven le habla mal porque no vio un ceda el paso y le golpeó su coche. A ese niño que vemos al que le están insultado. Por supuesto, a la mujer que vemos que sufre maltrato, del tipo que sea. A tu madre o tu hermana, a tu ex, a tu pareja, a tus hijos y a tus amigos, a tus vecinos. A todo el que lo necesite y esté en tu mano.

Ayudar (por no liarme y seguir con el título del post) del corazón, desde el alma y sabiendo que mañana puede ser yo el que reciba esa ayuda, puro karma, o así debería ser.

Por otro lado, hablemos de los límites. El egoísmo sano está muy bien, sin embargo, si sentimos que hay personas que del win win piensan  que ambos son para sí mismos, win para mí y el otro también para mí, quizás sea mejor plantearse que esto es otra cosa. Esto es puro INTERÉS. Está en tu mano seguir o no ayudando, eso sí, recuerda:

«No expectativas no desilusiones».

A todos los líderes que conozco (dentro de las organizaciones y fuera) les encanta ayudar, es algo intrínseco, es un denominador común de todos.

Si todos los que lo necesitamos nos unimos de verdad, desde el amor, desde el respeto, desde la humildad, desde la empatía, y vamos construyendo, como la imagen, un mundo mejor, donde nadie se quede en el abismo, a punto de caer al vacío…ahora lo estoy pensando y quizás esté soñando, lo sé, sin embargo, eso sería lo que de verdad me gustaría.

Tengo dos grandes amigas que ambas son activistas de Médicos sin fronteras. Las admiro y las respeto con todo mi ser, y las quiero con todo mi corazón. Una de ellas trabaja muy lejos de su casa para ayudar o servir, lo que más te guste, a personas que lo necesitan. Muchas veces se ha jugado la vida por ello. Tanto que aprender. Algún día, yo también me iré, lo sé. Gracias Anne y Carmen, sobre todo, por vuestra actitud ante la vida. OS QUIERO.

GRACIAS MIL a todas las personas que me habéis ayudado en algún momento de vuestra vida, a los que me ayudáis ahora y a los que me ayudaréis en el futuro. Gracias a vosotros, yo soy yo. Os quiero un montón.


Muchas gracias por leerme, os mando un fuerte abrazo. 

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?»

Ana       www.organiccoaching.es 

 

 

 

 

Anuncio publicitario

«Si dices groserías es porque eres más feliz». (Ya decía yo)

Ahora lo entiendo todo, bueno, cuando digo todo me refiero al tema de la felicidad, 😉

Digo palabrotas desde que tengo uso de razón, huelga decir que creo saber elegir el momento, sin embargo, de vez en cuando se me puede escapar un «joder» y tampoco pasa nada.

Esta teoría que plantea el vídeo la tengo desde hace muchos años. Creo que las personas que decimos «groserías» somos más felices, porque, en primer lugar, estamos diciendo aquello que se nos pasa por la cabeza, y eso, eso no tiene precio (en ambientes donde haya confianza, repito).

Por otro lado, si en lugar de decir la palabra bien sonante, decimos la mal sonante, suele provocar risas, en  uno mismo y en el resto, y esto, esto tampoco tiene precio, es casi lo mejor. Yo, personalmente, me paso la vida descojonada. (Con perdón).

Esta maravillosa capacidad de exagerar las cosas que tienen las palabrotas es indescriptible, lo que sí se puede hacer es describir con exactitud algunas cosas, o situaciones que sin ser tan explícito sería más complejo (al menos para mí, quizás es que me falte vocabulario del bueno y del otro, sea una experta, ;D).

¿Cómo es cuando uno/a se cae? No es maravilloso el hecho de poder cagarse (lo he vuelto a hacer…sorry) en todo lo que a uno se le pasa por la cabeza, maldecir, y acordarse de la madre y del padre del responsable (aunque sea una piedra, una puerta, una mesa, ventana, lo que sea).

¿Y el momentazo cuando nos dan una buena noticia? Madre mía, para mí esto es peor, en el sentido de que no me dejo una en el tintero, caen todas. Como esté sola o con gente de mucha confianza hasta puede ser que me invente alguna nueva. Algo así como una «fusión palabrotera».

Yo, con el permiso o sin él del resto del mundo, voy a seguir en mi línea, porque efectivamente, sé que libero endorfinas, aumenta mi autoestima, y cómo no, quiero seguir siendo una tía honesta, así que, por mi felicidad, mi honestidad, y mi autoestima, necesito seguir siento una malhablada. Solo lo hago por eso, que conste…  😉

¿Qué tiene esto que ver con el coaching?

Todo. estoy hablando de ser honesto, de ser auténtico, de tener un nivel alto de autoestima con todos los beneficios que esto te puede aportar. Estoy hablando de felicidad, de decir lo que pienso, porque de verdad:

¿Alguien piensa que porque yo diga palabrotas voy a ser maleducada? Venga, no seas antigua/o.

Casi cerrando el post me acabo de acordar de mi querido amigo Martín, que dice que dentro de mí hay dos Ana, una es sweet Ana, otra…Ana la punkita. No le digo yo que no.

Te mando un fuerte abrazo, muchas, muchas gracias por leerme, ya sabes que valoro enormemente que dediques un rato para leer lo que escribo. Sobre todo chorradas como esta, 😉

Espero haberte sacado una sonrisa recordando algún momentos de esos a tope de genialidad + brutalidad, son lo más.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?».

Ana www.organiccoaching.es

 

 

Felicidades con retraso, Amancio. (Ortega)

 

 

¡Hola, Amancio! (Perdón por las confianzas, es decir, por omitir el Don y el Usted, yo soy de ir por casa, y además, te siento como de mi familia).

Ayer vi este vídeo, y he de reconocer que se me saltaron las lágrimas, como a ti. Bueno, no sé si igual, pero vamos, se me saltaron.

Te admiro, y decir que te admiro se queda corto, la verdad. Eres el grande entre los grandes.

Te he estudiado en varias disciplinas, siempre asoma el Sr. Ortega (es que ahora quedaba muy bien, creo) por los libros, de marketing, de psicología social; y digo  yo, por algo será no. A los profesores les da mucho juego, no me extraña.

Conozco bastante de cerca el monstruo que has/habéis/han creado.

Me produces ternura, reconozco que quizás te tenga idolatrado, pero es que crear casi 153.000 puestos de trabajo hasta 2015, no es moco de pavo, como se suele decir.

La gente más humilde y más agradecida, inteligente, competente, buenas personas que conozco y que han trabajado contigo, hablan maravillas. La sensación que tienen es que se trabaja mucho, obvio, sin embargo, lo entienden casi como un regalo, es (según me han dicho) como hacer un Máster, profesional y personal, y eso, no tiene precio.

Yo hago caso omiso de las cosas feucas que se dicen de ti, porque sinceramente, vivimos en un país de pandereta, y lo digo con suma tristeza, pero no sé, a la vista está. En este país sólo unos cuantos viven la vida desde el agradecimiento, otros muchos, critican. Y yo pienso, ¿pero estamos locos?, ¿en serio te atreves a criticar a un señor que desde cero ha logrado crear tantos y tantos miles de puestos de trabajo? Ya lo dije una vez, ojalá hubiera muchos más Amancio Ortega en España, en el  mundo.

Este vídeo habla por sí solo, desde mi punto de vista, hay amor, agradecimiento, alegría, entrega, cercanía. Valores, valores, vaya.

Hablando de cercanía, sé que comes en el comedor, mano a mano con tus trabajadores, y no sabes la envidia que me dan. Daría tanto por poder hablar contigo aunque fuera un ratito.

A M. P, tu socia, sí que he podido conocerla, una vez, le dije: «M., ahora entiendo por qué todo el mundo habla tan bien de ti, entiendo lo que dicen de que les tratas de maravilla». Ella, seré sincera, se mostró extrañada e incluso consternada, era como que no entendía nada, y me dijo: «Ana, todos los «jefes» tratamos así a nuestros empleados, todos». Cuando yo le dije que desgraciadamente eso no era así, me lanzó esta bomba que te juro me hizo llorar: «Ana, si yo tengo lo que tengo y soy lo que soy, es gracias a todos y cada uno de mis «empleados», hacia  todos y a cada uno de ellos el sentimiento que tengo es de agradecimiento». Olé, olé y olé M., como para no llorar. La adoro, qué gran mujer, qué gran persona.

En el vídeo se aprecia eso, una agradecimiento bidireccional, una amor (o cariño, si lo ves mucho) muy puro, muy sincero. Eso, es lo más bonito del mundo, para mí.

He tenido la suerte de tener clientes de Inditex, en especial de Zara, y es una pasada, hablan fenomenal, y mira que conmigo se podrían explayar, lo digo por el tema del código ético y la confidencialidad. Lo ven como un regalo, como una oportunidad para crecer, para evolucionar.

Sé que haces muchas cosas muy bonitas, que aportas mucho a la humanidad con diferentes ONG´s, y que encima, por lo que decía de país de pandereta, ni quieres que se hable de ello. Lo entiendo, por que total, ¿para qué?, si se hace, malo (siempre se encuentra una «bonita» razón para criticar), y si no se hace, pues malo también…

Eres bueno Amancio, tu cara lo dice (yo me fijo mucho en eso, entre otras cosas) y al margen de que te admire como lo que eres, un mega crack, te admiro por tu esencia, por la calma y la paz que transmites, por tu humildad, por tu intención de pasar desapercibido. Me gustas mucho, esa es la verdad.

Creas/creáis/ crean genios, te lo digo porque sé de muchas personas que han conseguido estar donde deseaban, y todos, en este caso no hay excepción, me dicen que te lo deben a ti, así que por la parte que me toca y que le tocan a esos miles de personas que le das trabajo: GRACIAS, MUCHAS GRACIAS.

Me gustaría darte un abrazo, esto ya sé que igual se me está yendo de las manos, pero es la verdad. Valoro mucho que a tu edad sigas al pie del cañón, trabajando como el que más (que esto también me lo han chivado, que te quedas hasta bien tarde).

Rompo no una, sino las lanzas que hagan falta a tu favor, no por nada, sino porque lo vales. Ya lo he hecho alguna vez y me ha costado que me eliminen de Facebook, 😉

Sólo me queda reconocerte que durante unos años he vivido con una maravillosa persona, dentro y fuera de Inditex, y que de él he aprendido el significado del concepto de «perfección» y me ha sido muy útil posteriormente. Gracias otra vez.

Me sonrío pensando en que si hubiera estado ahí el día de tu cumple, con lo que soy yo, me hubiera buscado la manera de acercarme a ti a decirte (un poco más brevemente) todo lo que has significado, significas y significarás en mi vida, de manera indirecta, sí, pero oye, que ya es mucho, creo yo. Eso sí, con tembleque de piernas.

Siento el retraso en la felicitación, no lo vi hasta ayer.

Pido perdón por si molestaron las confianzas, es que soy muy llana yo.

Un abrazote,

Ana.

 

Como siempre, gracias a mis queridísimos lectores por vuestro tiempo, gracias mil.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?», 😉

www.organiccoaching.es

 

El rap de las cosas que son realmente importantes.

Bien, estoy de semi vacaciones, sin embargo, me desperté «rebelde» y decidí escribir sobre este vídeo que cayó en mis manos hace poco.

A mí, realmente, me produce tristeza, porque creo que en cierto modo, es cierto.

¿Tú te acuerdas de los ríos que te hicieron memorizar? Yo no, y tampoco de las miles de mesetas…en fin.

Creo que es verdad que hay que hacer hincapié en algunas cosas, un poco de cultura general no va mal, sin embargo:

 ¿Se intentaban crear personas con valores, personas felices? ¿Qué hay de eso?

He hecho coaching y trabajado en otras áreas de mi profesión donde me he encontrado con personas que a una edad adulta me han reconocido no saber quiénes son, ni dónde están, ni adónde van, ni que quieren, es decir, lo que viene siendo, que se encuentran perdidos. Lo malo: no son felices con lo que en el momento presente tienen. Lo bueno: según mi opinión, en la mayoría de los casos se puede hacer algo.

Efectivamente, nos obligaban a rezar, y según tengo entendido, la religión, sea cual sea, se basa en el amor, ¿no?

Pues bien, yo recuerdo cómo se reía de mí un profesor porque no sabía dibujar, un día incluso me rompió en mil pedazos un dibujo.

¿Es eso amor?, ¿es eso respeto? 

El amor, el respeto, y el resto de valores, han de ser bidireccionales, de mí hacia ti y de ti hacia mí, aunque sea una persona mayor o mi profesor, sobre todo por ello, yo diría. Es eso de «haz lo que yo digo no lo que yo hago».

¿Os hablaron de la educación sexual? A mí, no. ¿De las drogas? Tampoco. ¿De la importancia de hacer lo que amamos, los que nos hace felices? No.

Por esto, pasan las cosas que pasan, y para no irme por las ramas, me centraré en la educación. ¿Os habéis fijado cuantas personas adultas comienzan una carrera nueva, o la primera? Quizás tenga algo que ver con lo que estoy diciendo…

Más que una fábrica de idiotas, y no le voy a discutir a Lytos que alguno/a hay, creo que es una fábrica de personas perdidas, y en muchos casos, esto nos impide ser felices. Aunque también conozco a personas que no tienen ni idea de nada, y oye, tan contentos que van por la vida sin saber quiénes son. O eso parece.

Ya existen en España algunas escuelas increíbles (modelos que vienen de otros países, claro) donde se trabaja la inteligencia emocional, los valores, donde enseñan que no pasa nada por mostrarnos tal y como somos, que no se hunde el mundo porque lloremos, y que tenemos derecho a estar tristes, enfadados, sentirnos frustrados, y sobre todo, enseñan cómo se gestionan estas emociones. Buena noticia. La mala, cuestan una pasta, y ojalá todo el mundo pudiera darle a sus hijos le educación que esté más en consonancia con su forma de sentir, de ver la vida, pero esto no siempre es posible.

Demasiados ríos y mesetas, muy poca poesía, música, arte en el sentido más amplio de la palabra. Muchas faltas de ortografía, eso lo sigo viendo.

Inglés en vena, es una vergüenza, y aquí sí lo digo sin que me tiemble el pulso, es una vergüenza que en todos los países que he viajado por Europa (por no irme a EEUU, ;)),, nos den mil patadas. Ellos dicen que hablan «a little bit» y para mí, son bilingües, lo hablan muy, muy bien.

No me hablaron del amor, ni de cómo puedo gestionar una situación de tristeza, tampoco me explicaron que está más que bien tener respeto por TODO el mundo, y en especial por los más vulnerables. En el cole tampoco me contaron cómo podría comunicarme de una manera efectiva. No, cera autoconcepto, cero autoestima, tampoco recuerdo que me hablaran de la humildad, ni de la solidaridad. Del pedir perdón tampoco (solo de poner la otra mejilla…), ni de los beneficios de ser una persona agradecida, con la vida (en general), no me dijeron que es una suerte tener para comer todos los días, y una casa, y vivir en un país que no está viviendo una guerra. Eso, en el cole, no era importante.

¿Cómo se puede explicar que en países subdesarrollados sean más felices que nosotros? Mucho para reflexionar, yo creo.

«Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar?» 😉

Un superabrazote y muchas gracias por vuestro tiempo.

Ana. (www.organiccoaching.es)

El headhunter (¿no?) es tu amigo. Llamadme rara.

Aquí os paso un post que publiqué la semana pasada en la Nueva Ruta del empleo, periódico especialista en rrhh humanos con el que colaboro.

Un adelanto: para mí, cuando una persona busca a un candidato perfecto, cuyo perfil encaje con el perfil que busca la organización, ha de poner mucha atención, y no solo en el CV, sino en su manera de interactuar, en sus valores. Para mí, esta es la clave.

Desde mi punto de vista, esto se hace con ojo, claro, y con mucho, mucho corazón. Intento crear ambientes de confianza, donde ambos nos sintamos cómodos, donde nos mostremos tal cual somos, desde la humildad, el respeto, la pasión por nuestros «trabajos» y yo, intento dar un toque de humor, 😉

Os paso el enlace por si queréis saber cómo desarrollo los procesos, cómo me gusta relacionarme con las personas que me veo para contarles sobre el proyecto, que a mí no me gusta hablar de entrevistas, la verdad. Son charlas, charlas para conocernos más y hablar sobre lo que ambos queremos.

http://www.lanuevarutadelempleo.com/Noticias/hablemos-de-headhunting-y-llamadme-rara.

Si me necesitas, silba. 😉

Un abrazote y feliz (casi) finde. Mientras tanto, a disfrutar del día, claro que sí.

Ana (www.organiccoaching.es)

 

Llorar de alegría. ¿Te animas?

Imagen

 

De este vídeo me quedo con todo, me quedo con la ternura con la que el profesor le mira, me quedo con la empatía, me quedo la ilusión, me quedo con el respeto, me quedo con la paciencia, me quedo con el agradecimiento, me quedo con la emoción, me quedo con la comprensión, me quedo con la humildad.

¿Has visto los ojos del profesor cuando le escuchaba al principio?

¿No os parece pura ternura? A mí, desde luego sí.

¿Te has fijado en lo resolutivo? En seguida le ofrece una posibilidad, le da una opción (era la única que se le ocurrió, y además, en la que posteriormente asegura que no confiaba en ella). Me gusta la gente valiente, que arriesga.

Cómo sale corriendo para desde la ilusión más profunda, compartir ese momento de éxito que era de ambos, para mí, era compartido. Obviamente más del alumno, sin embargo, creo justo darle su valor al profesor, el cual aporta seguridad y confianza. 

Me quedo con el respeto, qué menos, uno de los valores básicos (para mí), ese respeto del cual emergen otros muchos.

La paciencia, otro valor, creo que motivado por ese «saber que lo voy a conseguir, a mi modo, y sin embargo, ¿qué importancia tiene eso?, lo voy a lograr». Motivación máxima.

Adoro la emoción del final, de todos, emoción sin ningún tipo de contención, sin barreras, sin vergüenza, desde el alma. De alma a alma. ¿No os parece absolutamente maravilloso, con tantas personas? ¡Me encanta!

Me quedo, cómo no, con la humildad, de todos hacia todos, (no unos sobre otros, eso no es humildad, sino bidireccional).

Y  para cerrar, me quedo con el agradecimiento, no podría ser de otro modo, el agradecimiento por el esfuerzo de los profesores, a pesar de haber pasado años, esa capacidad de recordar momentos que tanto aportaron, tanto amor, que es bueno recordar.

Por eso, yo os doy también las gracias por leerme, por vuestras palabras, por vuestro tiempo, y a los que me leéis y nos conocemos, gracias también. Por vuestro cariño.

Me nutro de todo, aprendo de todo, así que mil gracias, de corazón.

Creo, que merece la pena quitar «capas a la cebolla» (como dicen mis amigas Martes de cuento, os recomiendo su blog) para llegar al corazón de las personas. Y si tienen pocas, como los tomates pues genial, solo que quizás con esas personas, haya que tener especial cuidado… 😉

Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar? 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

Vivimos en un mundo.

Antes de mi reflexión, os invito a que echéis un vistazo a este enlace que encontré el otro día en Facebook:

Vivimos en un mundo raro, por decir algo.

Donde quien tiene dinero roba, donde quien tiene que callar habla, donde quien tiene que estar agradecido, se suele quejar, y quien podría quejarse, está agradecido con bien poco.

Vivimos en un mundo donde parece que nos hayamos hecho inmunes al dolor, donde somos incapaces de empatizar con los que de verdad sufren, donde casi nunca pensamos que mientras estamos disfrutando, al menos, de estar en casa, hay millones de personas que meten a sus hijos en «flotadores» para encontrar un mundo mejor, un mundo donde al menos, sus vidas, corran menos peligro. Y lo que es mucho peor, cuando están en casa, porque el mundo es de todos, les tratamos como si no estuvieran formados por lo mismo que tú y que yo, un corazón que siente y una cabeza que piensa, entre otras cosas.

Vivimos en un mundo donde importa más el qué que el cómo, el cuánto que el valor en sí mismo, de lo que sea.

Vivimos en un mundo donde pegados a un móvil, nos perdemos el mirar a nuestro alrededor para que ver qué está pasando, con nuestras parejas, amigos, familiares o en general, lo que está pasando, que no es poco.

Vivimos en un mundo donde preferimos comunicarnos por mensajería instantánea antes que mirar a los ojos, antes que escuchar la voz al otro lado del teléfono.

Vivimos en un mundo lleno de ambición, donde tanto tienes, tanto vales. Muchas veces.

Vivimos en un mundo donde no gusta mirar al lado del dolor, porque no vamos a  hacer nada, y quizás, en algún momento, nos sintamos mal por ello, así es que lo más fácil es no mirar y hacer caso omiso.

Al menos, al menos, yo te voy a pedir algunas cosas:

Sé feliz, ama, corre, ríe, sé respetuoso, sé amable, siéntete libre y ofrece la misma libertad que a ti te gusta sentir.

Sé agradecido, llora, siente, emociónate. 

Haz lo que amas, con pasión. Sigue tus sueños.

VIVE, no pases de puntillas por la vida, sólo tienes una. 

Una vez más, muchas gracias por vuestro tiempo y  un abrazote.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

 

 

 

La grandeza de un campeón.

Vídeo

 

Así son los grandes, los que  llenan nuestros corazones, los que nos hacen sentir bien en cualquier sitio y en (casi) cualquier situación.

Los que con su cercanía y su respeto nos acercan a ellos/nosotros mismos, los que con su amor y su humor nos hacen sentir como en un sueño.

Así son.

Son humildes, empáticos, divertidos (o eso me gusta creer) y estoy segura de que  una de las claves es ver el lado positivo de la vida.

Tratan igual a todo el mundo, sea quien sea, tenga lo que tenga, deje de tener lo que deje de tener, al fin y al cabo, ellos ya ponen el alma.

Son así.

Te miran y te sonríen, te dicen que todo va a salir bien, y te transmiten paz.

Los grandes, para mí, son grandes, en primer lugar, por todo esto.

Te cogen de la mano y te acompañan a soñar, aunque sea solo por unos minutos, ¿qué más da? Lo bonito es qué has podido sentir en ese espacio tiempo, minutos, segundos, toda una vida, lo que sea.

Te cogen de la mano aunque eso suponga que quizás para mantener su equilibrio tengan que esforzarse un poquito más.

Me gusta este tipo de gente, la admiro muchísimo, creo que tienen tanto que enseñarme que no me despegaría de ellos ni un solo segundo. Lo sé, quizás me haya pasado un poco con el tema del tiempo, 😉

Me gusta la buena gente, los que son capaces de estremecerse, y se estremecen. Los que se emocionan, los que sienten, los que quieren compartir sin temor.

Me gusta la gente que me ayuda a ser (más) yo misma, con los que me muestro tal como soy y me siento como si nadara desnuda en cualquier mar del mundo.

Adoro a la gente que cuando me mira me habla.

A todos aquellos que me hacéis reír, o que me tocáis el corazón, más gracias.

Esto va de liderazgo encubierto, porque para mí, el auténtico liderazgo, comienza desde estos valores, y aplicado a los que tenemos más «a mano».

Esto para mí (entre otras cosas) es el liderazgo.

A toda esta gente que aportáis tanto en mi vida, que añadís felicidad a la que ya tengo, gracias, muchas, muchísimas gracias.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

Madurar es entender que no todo tiene que ser perfecto.

Madurar es mirar hacia atrás, es mirar a nuestro alrededor y abrir los ojos, empatizar con el sufrimiento de los otros y sentirnos agradecidos por todo lo que sí tenemos.

Madurar es perdonar, incluso a nosotros mismos.

Es reírse, es amar, es respetar y admirar sin límites.

Es aceptar que en nuestras vidas pueden pasar cosas que no nos gustan, como en la de la mayoría de personas. A veces es muy duro, créeme que lo sé, pero se pasa (si uno quiere, claro).

Es ayudar, sin envidias, sin celos, desde la humildad.

Es escuchar, sin juzgar.

Es dejar ir, y también venir.

Es saber lo que se quiere, y lo que no, también.

Es correr hacia nuestros sueños, o al menos, caminar.

Es hablar sin destruir, porque…¿para qué?

Es prestar atención a lo que pasa en nuestro entorno más cercano, porque quizás nos estén silbando y llevemos los cascos puestos con la música a tope.

Es sonreír a la vida y sentirnos afortunados, porque creo que siempre, o casi  siempre, hay (al menos) una razón para ser feliz.

Es aprender, leer, bailar, hacer alguna locura que otra, soñar, querer a los demás como son y si no somos capaces, dejar volar.

Es echar de menos, y decirlo.

Es decir lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Sobre todo, lo que nos gusta.

Es no tener miedo a vivir cada día intensamente, como si nos fuéramos a ir de «viaje» dentro de poco.

Es ser generoso, flexible, humano, niño, adulto, loco, honesto, valiente, tenaz.

ES VIVIR CON PASIÓN.

¿Qué es para ti madurar?

Muchas gracias a todos, por vuestro tiempo y por vuestro cariño.

Gracias a todos lo que me acompañáis en el camino, de todos he aprendido, y gracias a vosotros, también he madurado.

Gracias a las putadas que me han pasado, muy importante, son la base de mi acercamiento a esto de la madurez, 😉

Si me necesitas, silba.

www.organiccoaching.es

Un abrazote,

Ana.

 

Odio las conversaciones cortas.

 

Quiero conversaciones largas, de esas donde se empieza de día y se termina de noche, o donde se comienza cuando atardece, y en el primer rayo de sol que entre por mi ventana,  todavía quede mucho por contar.

Más bien, me gustan esas conversaciones, las que nunca se terminan, las que ruegas que el día no termine para seguir hablando y que te hablen. Adoro también las conversaciones en silencio, donde no se habla  y se dice mucho.

Quiero conversaciones donde se habla de echar de menos, y de más. Donde aparece la nostalgia, el miedo, la infancia, mi primer beso, mi mejor amiga de cuando tenía tres años, mi padre, y mis perros, mis complejos  y los tuyos.

Quiero conversaciones donde parece que lleve coraza, sin embargo, no la llevo, sino que creo que si empiezo, no termino.

Quiero conversaciones profundas, donde se pueda hablar de que me he enamorado, sí, en serio, se llama J.M.M., y el mes que viene cumple 82 años. Quiero conversaciones como las de este señor, sin prisas.

Quiero conversaciones sinceras, a ser posibles, que su punto de partida sea el alma, y que la meta sea el corazón de quien escucha. Quiero llegar y que me lleguen.

Quiero emocionar y que me emocionen. Quiero sentir. Quiero pasar de un tema a otro, y a otro, y que así pasen las horas, los días, las semanas y mi vida.

Quiero conversaciones donde me de repente tenga ganas de subirme encima de la mesa a volverme un poco más loca de lo que estoy y decirle a todo el mundo que soy feliz.

Quiero conversaciones donde se me encoja el corazón y se me salten las lágrimas, sin miedo.

Quiero escuchar, y que me escuchen. Quiero saber tu por qué y sobre todo, tu para qué.

Quiero sentir que cuando me lo cuentas, es como si yo estuviera allí, mirando.

Quiero que hablemos del amor, de la guerra, del hambre, de los niños, de los mayores, de fumar, de correr, de la lluvia, de los tatuajes y de las personas, de cómo sentimos, de cómo amamos, de cómo odiamos, de qué podemos hacer en este mundo de locos.

Quiero reír, aunque después llore, o aunque lo haya hecho antes. Eso siempre, reír.

Quiero gente auténtica, que diga palabrotas, que no tenga filtros.

Quiero gente que me pregunte, y que quiera contestarme. Sin vergüenza y sin miedos. Quiero no contestar si no es el momento, y que te sientas libre de hacer lo mismo, porque lo eres, y porque no soy.

Quiero gente que cuando pregunta que qué tal estás, se tome su tiempo, o más bien el tuyo, el de los dos, para escucharte, con calma.

Quiero hablar de lo que he sufrido, o de lo que estoy sufriendo. Quiero hablar de lo que me acabo de descojonar, y de lo que me descojoné hace dos minutos.

Quiero hablar de mi impaciencia y de qué áreas de mejora tengo. Muchas.

Quiero que tú me cuentes qué te pasa, cómo te pasa, qué quieres, y cómo lo quieres, con quién lo quieres, cómo tienes pensado hacerlo. Quiero que me lo cuentes, cómo te sientes.

Quiero que hablemos de lo divino y de lo humano.

Quiero conversaciones largas, donde se hable del mar, de Dios, de Buda y de quien haga falta.

Quiero que nos tomemos nuestro tiempo, desde el respeto y desde el amor, desde la empatía y desde la escucha más profunda, desde la oportunidad de aprender, desde la humildad, para conocer a personas que se cruzan en nuestras vidas, bastante a menudo, quizás, sin embargo, a veces, no tenemos tiempo…

Me gusta cuando algunas personas me dicen: «¿Ana, y por qué no me llamaste?»

Quiero que me cuentes cosas, y contarte. 

Este post se lo dedico a todas las personas que os tomáis con calma las conversaciones, que escucháis, que me escucháis, que no queréis saber solo:

«¿Y QUÉ MÁS?».

Sino que queréis saberlo todo.

Si os preguntáis qué tiene que ver esto con el coaching, pues os lo diré: mucho. Conversaciones desde al amor, desde el querer saber, desde el saber escuchar, mirar, estar atento, ser humilde, reír, parar, seguir, preguntar, interesarse, ser humilde, respetar, callar. Tiene mucho, mucho que ver. Al menos para mí.

Si os preguntáis qué tiene que ver esto con liderazgo, o con headhuntig, pues igual, mucho, muchísmo. Hablamos con personas, detrás de cada una hay una historia, yo elijo tomarme mi tiempo, en mi trabajo y en mi vida personal.

Si vamos a contratar a alguien, más cuenta nos trae esforzarnos por saber cómo es, qué quiere, qué siente, qué valores tiene. Si ya forma parte de nuestro equipo, es nuestra familia, es tu hermano, o tu primo, o tu vecino, le quieres, es alguien de tu día a día. Dale toda tu atención. 

Gracias a todas esas personas, muchas gracias.

«Si me necesitas, silba». 😉

Te invito que eches un ojo a la nueva imagen de la web, donde yo también «me mojo» y cuento cosas que muchos/as no sabíais.

www.organiccoaching.es

Un abrazote, desde Madrid.

Ana