¿Cuánto pesa tu vaso de agua?

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soltar vaso

 

Suelo hablar con personas que, en ocasiones, se sienten estresadas o agobiadas. Es normal, todos lo hacemos en un momento dado en nuestras vidas, parar ser más exacta, en varios, otras personas en muchos.

Pues he aquí la respuesta a cuando a mí me preguntan que cómo lo hago, cómo lo hago para superar situaciones dolorosas o de estrés.

No es magia, no se trata de eso. Obviamente, creo necesario conectar con aquello que no duele, con aquello que nos bloquea, con esa emoción que creo en la mayoría de ocasiones es miedo y tristeza, o ambas. Menuda pu**da cuando les da por venir juntas, lo sé.

El pensar demasiado, sobre todo, sin no hacer nada, sin pasar a la acción, hace que no sepamos ni qué hacer ni qué decir, yo me he visto en esas alguna vez.

Respira, en el sentido más amplio de la palabra, sin embargo, cuando el brazo te duela, hazte un favor, suelta el vaso. Desconecta, desconecta y vuelva a conecta cuando ya no te duela. Y si no te hace falta volver a levantar el vaso y cargártelo, mucho mejor para ti.

La vida a veces nos pone en situaciones que nos provocan cierto estado de dicotomía absoluta, yo lo que recomiendo es que escuches a tu corazón, es el que mejor de puede aconsejar, sin embargo, no te olvides de la parte racional, no te olvides de lo que por tu cabeza pasa.

Está bien pensar, está bien sentir el dolor, pero creo que no hay que darle tanta, tanta importancia, ni tanto tiempo, en especial, esto. No creo que sea interesante dejar que la tristeza nos atrape, porque quizás, si miras a tu alrededor, verás que no es para tanto.

Mueren familiares, les decimos adiós no sin (en muchos casos) pensar que lo podíamos haber hecho mejor, y el sentimiento de culpa se apodera de nosotros, junto con la tristeza, porque lo malo de estos casos, es que no hay vuelta atrás, no hay perdones, no hay abrazos, ya no se puede.

Hay separaciones, que (por desgracia) en algunos casos no terminan bien, y en cualquier caso, son duras. Quizás aquí también surjan preguntas como que qué se podría haber hecho mejor. Y se echa de menos, claro. Lo extraño sería no acordarse nunca de una persona que ha estado tan, tan cerca de nosotros, de nuestro alma, de nuestro corazón. Aunque se finalice bien, es duro.

Si nos distanciamos de amigos, o tenemos cualquier problema en el trabajo, o si no tenemos tiempo…igual, a levantar el vaso. Ok, todo esto lo entiendo.

Pero dime una cosa, ¿qué te aporta estar con el vaso soportando ese peso durante tanto tiempo?

Mira a tu alrededor, abre los ojos y escucha, escucha bien. Seguro que ves cosas bonitas, seguro que escuchas cosas que te gustan.

Hace falta sólo una cosa: valorar lo que tienes. 

Muchas, muchas gracias por leerme. Cada vez somos más, y os estoy muy agradecida.

Un abrazote y ya sabes, no te olvides: Si me necesitas, silba. ¿Sabes silbar? 😉

Ana   (www.organiccoaching.es)

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No todo se explica, no todo tiene respuesta.

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A veces nos hacemos preguntas que no tienen respuesta.

Algunas veces, también,nos preguntamos que por qué a nosotros.

Otras,  no entendemos nada, muchas veces, muchísimas. Al menos yo.

A veces, sentimos que no nos lo merecemos, ¿y quién sí se lo merece? ¿el de al lado?

A veces, creemos que no es justo, que para qué, que qué aprendizaje vamos a lograr.

¿Te has parado a pensar cuánto te atormentas con estas cuestiones?

¿Te has parado a pensar cuando maltratas a tu pobre corazón haciéndole que duela?

Porque no sé quién se habrá inventado que el corazón no duele, porque el mío ha gritado del dolor.

¿Te has parado a pensar para qué te haces daño, para qué te preguntas una y otra vez  lo mismo, si la respuesta más inteligente que logras es: «no lo sé»?

El corazón se encoje, las manos tiemblan, no puedes hablar; llorar, llorar y llorar. Déjalo. O bueno, no lo dejes, pero por favor, que no te dure mucho, porque si eso ocurre, te garantizo que te va a costar que tu corazón empiece a esbozar una mínima sonrisa.

Ahora, vuelvo a una pregunta de las que lancé antes:

¿Por qué a mí?

¿Y  por qué no?  ¿Y por qué no?

Estaba pensando en decirte que lo mejor es que no te hagas preguntas que no tienen respuesta, o al menos tú no las sabes, sin embargo, quizás sí que sea bueno que reflexiones. Y yo, y yo también.

Y ahora, escucha esto que te voy a susurrar al oído:

¿En qué momento haces estas reflexiones sobre lo justo y lo injusto? Piénsalo.

Yo creo tener la respuesta, creo: cuando estás mal, ¿verdad?

Me solía pasar bastante a menudo, te lo prometo.

Porque cuando estaba bien, no me preguntaba nada, mi alma sonreía, mi mundo sonreía, todo iba bien. Pero entonces, algo se paralizaba en mi interior, una nube negra comenzaba a acercarse, la veía venir, y entonces, la avalancha de preguntas comenzaban a amontonarse en mi cabeza. Tantas y tantas preguntas que notaba cómo se peleaban por hacerse un hueco en la misma. Sentía sus codazos, sus patadas, su maltrato.

Mi corazón se encogía, yo me encogía, y solo podía llorar.

No busques un para qué a todo, quizás no lo encuentres, quizás haya cosas en la vida que no tienen sentido.

Yo soy de la opinión que a veces la repuesta a ese: «¿para qué?», no es inmediato a veces no lo vemos más que con el tiempo. A veces nunca.

No intentes encontrar tampoco el por qué , te puede ocurrir lo mismo, y el vacío te atrapará. Lo sé.

No te repitas que no es justo constantemente, porque hay miles de cosas que suceden cada día que no lo son. Entiendo perfectamente que seguramente, lo que más te preocupe eres tú, lo entiendo, y más si estás sufriendo. No será justo, seguro, sin embargo, sería mejor si fuera un «ajuste de cuentas»…

¿Te sentirías mejor?

Tampoco le encontrarás la lógica, y esto mira, te lo digo con sumo respeto, no va de matemáticas, la vida, casi nunca es lógica, casi nunca.

Pasa las horas, pasan los días, los meses y los años, y si estás leyendo esto, es porque estás vivo.

¿Verdad que no te estás preguntando, el por qué estás vivo? 

Pd: y sí, esto tiene que ver mucho con el liderazgo, con el coaching, con los valores, y en resumidas cuentas, con llevar la felicidad en el ADN.

Gracias por leerme, sois mi motor para que siga queriendo compartir estas reflexiones con vosotros. Aprovecho para deciros, que la mayoría de la veces, sois vosotros quienes me inspiráis.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana. www.organiccoaching.es

 

 

¿Cuánto piensas en el «efecto boomerang del amor»?

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Quizás pienses en por qué la gente se preocupa por ti, por qué la gente quiere estar contigo, por qué la gente te dice que les haces más felices, por qué sientes que aportas.

¿Qué le ofreces tú a la vida? 

Es puro Karma, aquello que das, te será devuelto.

Si das amor, amor recibirás. Y si no es así, lo siento de veras, no era la persona adecuada.

Si eres amable, la gente será amable contigo, y si no es así, piensa qué quieres hacer.

¿Qué  parte de responsabilidad hay en ti?

¿Hace cuánto que no revisas tu autoestima? Tal vez esto tenga que ver. 

Si tienes respeto por los demás, los demás te respetarán a ti. Y si eso no sucede, si con alguna persona esto no te ocurre, dime:

¿Cómo lo vas a gestionar?

Si ofreces alegría y felicidad, estoy casi segura de que vas recibir lo  mismo. Haz la prueba, sé simpático/a con alguien que no lo está siendo demasiado. Quizás no haya suerte, no me llames para echarme la bronca, por favor. 😉

La generosidad, llama a la generosidad. El amor llama al amor.

Si abres tu corazón, si confías, la gente confiará en ti.

Si eres sincero, es probable que los otros también lo sean. Si mientes, te pillarán, y la poca o mucha confianza que habían depositado en ti, se esfumará en menos tiempo de lo que puedas imaginar. Creo que es muy difícil volver a recuperarla.

Si eres de los que disfruta con las pequeñas (grandes) cosas de la vida (muchas gratis) hazlo saber, te lo recomiendo, ya que a veces, necesitamos «tan solo» un abrazo, un atardecer, un amanecer, una palabra bonita, un beso, que nos hablen o que nos escuchen, una señal de que importamos.

No soy yo de pedirle a nadie nada con respecto a que hagan o dejen de hacer, sin embargo, en este sentido, sí te invito a que des amor, porque como nos decía El principito:

«dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar».

Lo que quiero decir es que compensa con creces dar, no solo porque es bien cierto que vamos a recibir, sino por el hecho de dar, de lo que somos capaces de sentir cuando damos. Eso creo yo, vamos.

Os mando un abrazote y por supuesto, gracias por vuestro tiempo.

«Si me necesitas, silba». 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

 

Vivimos en un mundo.

Antes de mi reflexión, os invito a que echéis un vistazo a este enlace que encontré el otro día en Facebook:

Vivimos en un mundo raro, por decir algo.

Donde quien tiene dinero roba, donde quien tiene que callar habla, donde quien tiene que estar agradecido, se suele quejar, y quien podría quejarse, está agradecido con bien poco.

Vivimos en un mundo donde parece que nos hayamos hecho inmunes al dolor, donde somos incapaces de empatizar con los que de verdad sufren, donde casi nunca pensamos que mientras estamos disfrutando, al menos, de estar en casa, hay millones de personas que meten a sus hijos en «flotadores» para encontrar un mundo mejor, un mundo donde al menos, sus vidas, corran menos peligro. Y lo que es mucho peor, cuando están en casa, porque el mundo es de todos, les tratamos como si no estuvieran formados por lo mismo que tú y que yo, un corazón que siente y una cabeza que piensa, entre otras cosas.

Vivimos en un mundo donde importa más el qué que el cómo, el cuánto que el valor en sí mismo, de lo que sea.

Vivimos en un mundo donde pegados a un móvil, nos perdemos el mirar a nuestro alrededor para que ver qué está pasando, con nuestras parejas, amigos, familiares o en general, lo que está pasando, que no es poco.

Vivimos en un mundo donde preferimos comunicarnos por mensajería instantánea antes que mirar a los ojos, antes que escuchar la voz al otro lado del teléfono.

Vivimos en un mundo lleno de ambición, donde tanto tienes, tanto vales. Muchas veces.

Vivimos en un mundo donde no gusta mirar al lado del dolor, porque no vamos a  hacer nada, y quizás, en algún momento, nos sintamos mal por ello, así es que lo más fácil es no mirar y hacer caso omiso.

Al menos, al menos, yo te voy a pedir algunas cosas:

Sé feliz, ama, corre, ríe, sé respetuoso, sé amable, siéntete libre y ofrece la misma libertad que a ti te gusta sentir.

Sé agradecido, llora, siente, emociónate. 

Haz lo que amas, con pasión. Sigue tus sueños.

VIVE, no pases de puntillas por la vida, sólo tienes una. 

Una vez más, muchas gracias por vuestro tiempo y  un abrazote.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

 

 

 

La grandeza de un campeón.

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Así son los grandes, los que  llenan nuestros corazones, los que nos hacen sentir bien en cualquier sitio y en (casi) cualquier situación.

Los que con su cercanía y su respeto nos acercan a ellos/nosotros mismos, los que con su amor y su humor nos hacen sentir como en un sueño.

Así son.

Son humildes, empáticos, divertidos (o eso me gusta creer) y estoy segura de que  una de las claves es ver el lado positivo de la vida.

Tratan igual a todo el mundo, sea quien sea, tenga lo que tenga, deje de tener lo que deje de tener, al fin y al cabo, ellos ya ponen el alma.

Son así.

Te miran y te sonríen, te dicen que todo va a salir bien, y te transmiten paz.

Los grandes, para mí, son grandes, en primer lugar, por todo esto.

Te cogen de la mano y te acompañan a soñar, aunque sea solo por unos minutos, ¿qué más da? Lo bonito es qué has podido sentir en ese espacio tiempo, minutos, segundos, toda una vida, lo que sea.

Te cogen de la mano aunque eso suponga que quizás para mantener su equilibrio tengan que esforzarse un poquito más.

Me gusta este tipo de gente, la admiro muchísimo, creo que tienen tanto que enseñarme que no me despegaría de ellos ni un solo segundo. Lo sé, quizás me haya pasado un poco con el tema del tiempo, 😉

Me gusta la buena gente, los que son capaces de estremecerse, y se estremecen. Los que se emocionan, los que sienten, los que quieren compartir sin temor.

Me gusta la gente que me ayuda a ser (más) yo misma, con los que me muestro tal como soy y me siento como si nadara desnuda en cualquier mar del mundo.

Adoro a la gente que cuando me mira me habla.

A todos aquellos que me hacéis reír, o que me tocáis el corazón, más gracias.

Esto va de liderazgo encubierto, porque para mí, el auténtico liderazgo, comienza desde estos valores, y aplicado a los que tenemos más «a mano».

Esto para mí (entre otras cosas) es el liderazgo.

A toda esta gente que aportáis tanto en mi vida, que añadís felicidad a la que ya tengo, gracias, muchas, muchísimas gracias.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana (www.organiccoaching.es)

 

Madurar es entender que no todo tiene que ser perfecto.

Madurar es mirar hacia atrás, es mirar a nuestro alrededor y abrir los ojos, empatizar con el sufrimiento de los otros y sentirnos agradecidos por todo lo que sí tenemos.

Madurar es perdonar, incluso a nosotros mismos.

Es reírse, es amar, es respetar y admirar sin límites.

Es aceptar que en nuestras vidas pueden pasar cosas que no nos gustan, como en la de la mayoría de personas. A veces es muy duro, créeme que lo sé, pero se pasa (si uno quiere, claro).

Es ayudar, sin envidias, sin celos, desde la humildad.

Es escuchar, sin juzgar.

Es dejar ir, y también venir.

Es saber lo que se quiere, y lo que no, también.

Es correr hacia nuestros sueños, o al menos, caminar.

Es hablar sin destruir, porque…¿para qué?

Es prestar atención a lo que pasa en nuestro entorno más cercano, porque quizás nos estén silbando y llevemos los cascos puestos con la música a tope.

Es sonreír a la vida y sentirnos afortunados, porque creo que siempre, o casi  siempre, hay (al menos) una razón para ser feliz.

Es aprender, leer, bailar, hacer alguna locura que otra, soñar, querer a los demás como son y si no somos capaces, dejar volar.

Es echar de menos, y decirlo.

Es decir lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Sobre todo, lo que nos gusta.

Es no tener miedo a vivir cada día intensamente, como si nos fuéramos a ir de «viaje» dentro de poco.

Es ser generoso, flexible, humano, niño, adulto, loco, honesto, valiente, tenaz.

ES VIVIR CON PASIÓN.

¿Qué es para ti madurar?

Muchas gracias a todos, por vuestro tiempo y por vuestro cariño.

Gracias a todos lo que me acompañáis en el camino, de todos he aprendido, y gracias a vosotros, también he madurado.

Gracias a las putadas que me han pasado, muy importante, son la base de mi acercamiento a esto de la madurez, 😉

Si me necesitas, silba.

www.organiccoaching.es

Un abrazote,

Ana.

 

Invito yo, a que valores tu vida.

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Si te preguntas por qué no eres feliz, quizás hayas encontrado alguna respuesta en este vídeo.

Quizás te pases media vida pensando en que quieres tener eso que no tienes, ganar eso que no ganas, ser como aquella persona que no eres, hacer lo que el otro o la otra hacen que tú no haces. Está bien. Hazte un favor, mírate al espejo durante un rato, y a ser posible, lleva lápiz y papel. Obsérvate, y escríbete, descríbete, con amor, por favor, como lo harías a tu mejor amigo o amiga, como lo harías a tu pareja (si no, hazte otro favor y cambia, ;)).

Hecho lo anterior, tómate tu tiempo. Mira atrás, o abajo, o donde tú quieras, pero mira, mira a tu alrededor, a ser posible con empatía, a ser posible con respeto. Con humor, esto seguro que te vendrá bien.

Toma nota, apunta todo lo que tienes y que muchas personas carecen.

A ver, te doy pistas…tienes ojos, ¿no? ¿Puedes ver? Sí, imagino que si pasas de los 40, pues un poco peor,te aseguro que  lo sé. Más cosas, ¿Puedes hablar? ¿Comunicarte? Del modo que sea, aunque valora, valora mucho poder hablar, huelga decir que muchísimas personas no pueden…¿Escuchar puedes? ¿Comes? ¿Si tienes sed, dime, ¿qué haces? ¿Caminas? Si viste el vídeo el último chico va en silla de ruedas…

Te diré algo, con respeto y amor, si miras siempre a los que tienen (tal vez solo en apariencia) más que tú, es casi seguro que te vas a amargar la vida. Si pones el foco en aquellos a los que (tal vez solo en apariencia) les va mejor que a ti, vas a ser infeliz.

Te invito a que mires a los que no tienen nada, a los que lo han perdido todo, a los que viven en la calle, a los que ven cómo sus hijos mueren en el mar, o de  hambre. Te invito a que pienses en la enfermedad. Te invito a más, te invito a que reflexiones sobre qué es realmente lo que te falta para ser feliz, y te invito a que pienses si realmente, un coche mejor o una casa mejor, te van a ayudar a ser feliz. Te invito a que pienses cómo se sentirían los que de verdad sufren quejándote…

Te invito, como ya hice una vez, a que si no sabes que valorar de tu vida, hagas lo siguiente:

Coge tus dedos índice y corazón. ¿Ya? Perfecto. Ahora, ponte los dos dedos en el cuello, debajo del ángulo del mentón. También vale en la muñeca, debajo del pulgar.

Dime, ¿qué oyes? Sí, es la sangre, tu sangre, y bombea, ¿verdad? Pues ya está, tienes mucha suerte. Da gracias, el sufrimiento está por todos lados, sólo tienes que mirar, escuchar. Mira hacia ese lado, y valora lo que tienes, merece la pena.

No importa qué tienes, importa quién eres. 

Muchas gracias por dedicarme tu tiempo, te mando un abrazote.

Si me necesitas, silba. 😉

Ana. Formaciones, headhunting, coaching:  www.organiccoaching.es.

 

 

 

Odio las conversaciones cortas.

 

Quiero conversaciones largas, de esas donde se empieza de día y se termina de noche, o donde se comienza cuando atardece, y en el primer rayo de sol que entre por mi ventana,  todavía quede mucho por contar.

Más bien, me gustan esas conversaciones, las que nunca se terminan, las que ruegas que el día no termine para seguir hablando y que te hablen. Adoro también las conversaciones en silencio, donde no se habla  y se dice mucho.

Quiero conversaciones donde se habla de echar de menos, y de más. Donde aparece la nostalgia, el miedo, la infancia, mi primer beso, mi mejor amiga de cuando tenía tres años, mi padre, y mis perros, mis complejos  y los tuyos.

Quiero conversaciones donde parece que lleve coraza, sin embargo, no la llevo, sino que creo que si empiezo, no termino.

Quiero conversaciones profundas, donde se pueda hablar de que me he enamorado, sí, en serio, se llama J.M.M., y el mes que viene cumple 82 años. Quiero conversaciones como las de este señor, sin prisas.

Quiero conversaciones sinceras, a ser posibles, que su punto de partida sea el alma, y que la meta sea el corazón de quien escucha. Quiero llegar y que me lleguen.

Quiero emocionar y que me emocionen. Quiero sentir. Quiero pasar de un tema a otro, y a otro, y que así pasen las horas, los días, las semanas y mi vida.

Quiero conversaciones donde me de repente tenga ganas de subirme encima de la mesa a volverme un poco más loca de lo que estoy y decirle a todo el mundo que soy feliz.

Quiero conversaciones donde se me encoja el corazón y se me salten las lágrimas, sin miedo.

Quiero escuchar, y que me escuchen. Quiero saber tu por qué y sobre todo, tu para qué.

Quiero sentir que cuando me lo cuentas, es como si yo estuviera allí, mirando.

Quiero que hablemos del amor, de la guerra, del hambre, de los niños, de los mayores, de fumar, de correr, de la lluvia, de los tatuajes y de las personas, de cómo sentimos, de cómo amamos, de cómo odiamos, de qué podemos hacer en este mundo de locos.

Quiero reír, aunque después llore, o aunque lo haya hecho antes. Eso siempre, reír.

Quiero gente auténtica, que diga palabrotas, que no tenga filtros.

Quiero gente que me pregunte, y que quiera contestarme. Sin vergüenza y sin miedos. Quiero no contestar si no es el momento, y que te sientas libre de hacer lo mismo, porque lo eres, y porque no soy.

Quiero gente que cuando pregunta que qué tal estás, se tome su tiempo, o más bien el tuyo, el de los dos, para escucharte, con calma.

Quiero hablar de lo que he sufrido, o de lo que estoy sufriendo. Quiero hablar de lo que me acabo de descojonar, y de lo que me descojoné hace dos minutos.

Quiero hablar de mi impaciencia y de qué áreas de mejora tengo. Muchas.

Quiero que tú me cuentes qué te pasa, cómo te pasa, qué quieres, y cómo lo quieres, con quién lo quieres, cómo tienes pensado hacerlo. Quiero que me lo cuentes, cómo te sientes.

Quiero que hablemos de lo divino y de lo humano.

Quiero conversaciones largas, donde se hable del mar, de Dios, de Buda y de quien haga falta.

Quiero que nos tomemos nuestro tiempo, desde el respeto y desde el amor, desde la empatía y desde la escucha más profunda, desde la oportunidad de aprender, desde la humildad, para conocer a personas que se cruzan en nuestras vidas, bastante a menudo, quizás, sin embargo, a veces, no tenemos tiempo…

Me gusta cuando algunas personas me dicen: «¿Ana, y por qué no me llamaste?»

Quiero que me cuentes cosas, y contarte. 

Este post se lo dedico a todas las personas que os tomáis con calma las conversaciones, que escucháis, que me escucháis, que no queréis saber solo:

«¿Y QUÉ MÁS?».

Sino que queréis saberlo todo.

Si os preguntáis qué tiene que ver esto con el coaching, pues os lo diré: mucho. Conversaciones desde al amor, desde el querer saber, desde el saber escuchar, mirar, estar atento, ser humilde, reír, parar, seguir, preguntar, interesarse, ser humilde, respetar, callar. Tiene mucho, mucho que ver. Al menos para mí.

Si os preguntáis qué tiene que ver esto con liderazgo, o con headhuntig, pues igual, mucho, muchísmo. Hablamos con personas, detrás de cada una hay una historia, yo elijo tomarme mi tiempo, en mi trabajo y en mi vida personal.

Si vamos a contratar a alguien, más cuenta nos trae esforzarnos por saber cómo es, qué quiere, qué siente, qué valores tiene. Si ya forma parte de nuestro equipo, es nuestra familia, es tu hermano, o tu primo, o tu vecino, le quieres, es alguien de tu día a día. Dale toda tu atención. 

Gracias a todas esas personas, muchas gracias.

«Si me necesitas, silba». 😉

Te invito que eches un ojo a la nueva imagen de la web, donde yo también «me mojo» y cuento cosas que muchos/as no sabíais.

www.organiccoaching.es

Un abrazote, desde Madrid.

Ana

 

 

Si no sabes qué decir…

 

 

Una de las cosas que da la edad, esto de hacerse mayor, o si quieres «viejuna», es la experiencia.

Una de las cosas que tiene que a una le hayan pasado veinte mil putadillas, es que al final, se queda con el aprendizaje, o al menos, eso he intentado.

Una de las cosas que tiene el haber sufrido y el haber escuchado palabras que eran dichas con amor, y sin embargo, muy  poco acertadas, es que, desde la empatía, uno o en este caso una, ya que hablo de mí, es que, he  aprendido a callar.

Hace algunos años, iba a decir muchos (pero quizá para los protagonistas de este triste suceso haya sido ayer) …a lo que iba; hace un tiempo, el hijo de unos amigos murió muy chiquitito, con apenas cinco años. Esa fue la primera reflexión a un nivel superprofundo que hice. Me plantaba cada día que iba a verles e incluso en el funeral: «¿Qué les digo?, ¿Qué les digo que no les haga sufrir más? ¿Qué es lo correcto?». Esa era mi gran preocupación, quería evitar por todos los medios hacer algún comentario desafortunado.

 No se me ocurría nada. Así que no decía nada. Sólo estaba, si la situación se daba, o escuchaba, o abrazaba o miraba. Nada más. Como mucho, todavía lo recuerdo y se me llenan los ojos de lágrimas, decía:

«No sé que decir, perdonadme. Sólo me sale decir que lo siento muchísimo».

Esto marcó un antes y un después y creo que pasé de la empatía al uso, esa que quizá nos impulsa a decir lo primero que se nos pasa por la cabeza, a otra un poco más silenciosa. Con más respeto, desde mi punto de vista.

Mi segundo aprendizaje fue cuando comencé a colaborar en una clínica de adicciones. Como es lógico, me recalcaron la  importancia, sobre todo al principio, de «ver, oír y callar», porque dadas las circunstancias de los pacientes, sin querer, desde la ignorancia, o desde el ego o desde lo que sea, se podía hacer muchísimo daño a los pacientes, algunos (la mayoría, con algún tipo de trastorno mental debido al consumo). Es decir, «sólo» escuchar. Lo pongo entre comillas porque parece que en ocasiones resulta complejo mantener el silencio.

Tercer aprendizaje (hablo de los más fuertes). Cuando estaba en los procesos de fertilidad, o mejor dicho, infertilidad, un montón de personas, vuelvo a repetir, desde el amor, desde el cariño, igual. Venga a hacer comentarios que, sinceramente, no sé ni cómo describir cómo me sentía. Bueno, sí sé, pero no lo haré porque no quiero que nadie se sienta mal, sé que era con buena intención.

En fin, lo que quiero decir, es que en la vida, se nos dan situaciones en las que nos cuentan cosas y, seguramente, no sabemos bien que decir. Pues te invito a que no digas nada. Si no sabes, si no tienes bien claro que lo que vas a decir va a producir un poco de aliento, no digas nada. 

Otra recomendación: evita el «tienes que…», «deberías…». Es muy frustrante. Mejor «dar permiso» a que cada uno conecte con su dolor. Más que eso, es necesario hacerlo. Se trata de respeto.

La mayoría de las veces, lo que necesitamos es que nos escuchen, nada más.

No hay que tener miedo al silencio, yo creo, es un gran aliado, tanto en tu relación con los demás como en la tuya contigo. Para mí, ahí está la llave, la llave que abre la puerta, en escuchar qué pasa con nosotros.

He dado un cambio a mi web, una imagen nueva quizá más personal (todavía). Quise darle un poco más de «frescura», os paso el enlace por si os apetece echar un ojo.

No lo olvides: Si me necesitas, silba.

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Gracias por leerme, un abrazote.

Ana

 

 

 

 

 

Cambia tus palabras, cambia tu mundo.

 

El otro día por  mañana me dirigí al un gimnasio próximo a mi casa. Quería información.

Le comento a la chica de recepción que tengo periostitis, una lesión de correr (mal, por mi pisada). Le pregunto por una clase, que si me podía explicar en qué consistía. Ella, así lo hace. De pronto me habla de «alto rendimiento». Le digo: «ok, lo de alto rendimiento qué es exactamente». Ella me contesta que no, que ha pasado de explicarme en qué consistía la clase por la que yo le pregunté a otra. Bien. De pronto le pregunto por una tercera,y ocurre algo similar, se va a la cuarta. Le vuelvo a preguntar una duda y me dice:

«Ay, me estás liando»

No, yo no te estoy liando, te estás liando tú sola. ¿Qué quiero decir con esto? por los motivos que sea, que haberlos haylos, es mucho más sencillo echar balones fuera, pasar la responsabilidad de algo que está ocurriendo a los demás.

Inciso: si es algo bueno no, en ese caso todo es por mí, «porque yo lo valgo» ;).

Pondré un ejemplo que quizá os suene. Si suspendemos un examen: «Me han suspendido». Haced memoria, ¿os suena? Sin embargo, si hemos aprobado, la cosa es muy diefente: «He aprobado».

Pienso en algo que también hace que algo se mueva en mi interior.

¿Te has planteado alguna vez si cambias algunas expresiones o palabras, cómo te puedes sentir tú?, y super importante,

¿cómo se siente el otro? y,

¿cómo puede mejorar el flujo de la comunicación? 

Pongo algún ejemplo. La semana pasada, alguien  me decía que le había sucedido algo. Una persona se iba de su casa, dijo algo que en la primera persona hizo un click, porque conectó con algo del pasado. Ella me decía:

«Ana, yo le dije que me estaba sintiendo mal, pero que no se preocupara porque era mi culpa». 

Chapeu por lo primero, me parece bonito, muy bonito sustituir el «yo me siento» por el famoso «tú me haces sentir». Para mí, es una acto de amor, de generosidad y de toma de conciencia.

Yo me hago responsable de lo mío. Ah, esto es lo segundo que quería comentar.

¡Cuántas veces la palabra CULPA sale en las conversaciones de la gente! Tiene una connotación fea, al menos a mí no me gusta.

Suena tan diferente si cambiamos la culpa por la responsabilidad, tiene muchos beneficios. Si le decimos a alguien: «esto te ocurre por tu culpa». Duro, ¿no te parece?

Si decimos, sin embargo: «es tu responsabilidad», a mí me parece que suena muy diferente. ¿Y a ti?

Incluso si es algo que nos decimos sobre nosotros mismos, hagámoslo con amor, creo que merece la pena decir algo como:

«Acepto esto que me está ocurriendo, acepto mi responsabilidad (o mi parte de responsabilidad)».

Estos son unos pequeños trucos que, para mí, tienen mucho poder, nos pueden ayudar mucho a manejar bien algunas situaciones, sobre todo en las que se pueda prever que vaya a aparecer un poco de  tensión. Tanto en el ámbito personal como en el profesional.

Un abrazote, gracias por leerme.

«Si me necesitas, silba». Lauren Bacall a Bogart en «Tener o no tener».

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