De la escucha, la comprensión.
Vamos por la vida dándonosla de empáticos. Empatía para arriba, empatía para abajo y así sucesivamente. Sin embargo, quizás sería más que interesante preguntar a la gente de nuestro entorno, con los que interactuamos en nuestro día a día, cuán empáticos nos consideran.
Es sorprendente, al menos a mí me sorprende, la gran capacidad que tienen algunos de cuando tienen a una persona enfrente «desnudándose» ante ella, así, sin mediar palabra, ¡zas! Lanzar un consejo… A ver, ¿te lo han pedido?
Sófocles decía: “Quien no haya sufrido lo que yo, que no me de consejos”.
Es bastante probable que aquello que a nosotros tan “inteligentemente” se nos ha ocurrido poco tiempo, a ella o él también se le haya pasado por la cabeza en algún momento, ¿no crees? En cualquier caso, yo sugiero preguntar sobre qué cosas ha pensado, que posibilidades cree que tiene y si ya ha intentado hacer algo.
Yo soy de preguntar, de ahí mi profesión, o quizás sea al revés.
Otra de las cosas que me encuentro a menudo es el juzgar. A veces, me hace hasta gracia, otras, ninguna, la verdad, sobre todo cuando la/él que está juzgando ha hecho exactamente lo mismo que juzga y por decirlo de algún modo, a lo grande. Eso se merece un gran Ole, ole y oleee. Ayer por mañana me pasó con una persona y se lo dije, la verdad es que hizo que nos riéramos un rato.
Cuando alguien nos está contando algo que le está sucediendo, es normal que por nuestra cabeza pasen ideas, ya que nuestro cerebro se pone en marcha a pasos agigantados. Lo que creo que es importantísimo hacer, no digo que sea fácil, es dejar que los pensamientos se queden en nosotros, que no salgan. Y si los intentamos anular o si dejamos que pasen por nuestra cabeza, sin más y se vayam… ¡eso es perfecto! A esto le llamo yo la escucha del amor, del respeto, de la humildad.
Otra cosa también digna (para mí) de mencionar, ese “magnífico” comentario, sublime y sin gracia de: “que no pasa nada, qué va, eso no es na’”.
Eso, eso tiene narices (por seguir en mi meta de decir menos tacos) porque: ¿Realmente pensamos que alguien que está al borde de un ataque de nervios, o que llora desconsoladamente cree que “de eso, eso no pasa na’”?
Ah, también para esto recomiendo, antes de hablar, hacer memoria, porque si no, tal vez, al que llora a moco tendido no le tiemble el pulso y te recuerde alguna ocasión donde las cosas han sucedido a la inversa y era ella o él quién lloraba a mares. ;D
Tampoco digo que haya que decir lo super desgraciado que es y qué malísima suerte que tiene o qué error tan grande cometió en su día que ahora está pagando y que va a ser mega requetecomplicado resolver…eso tampoco.
A veces, la gran mayoría de las veces, sólo nos cuentan para que escuchemos, para sentir que con nuestro silencio, con nuestros ojos y nuestra expresión, les estamos abrazando.
Cuando hablemos de empatía, seamos capaces no sólo poneros en la piel del otro, no solo ponernos sus zapatos, que es a lo que estamos acostumbrados con este concepto, no, seamos capaces de sentir su emoción, sin juzgar, sin aconsejar, sin quitarle importancia, sin nada, sólo escuchando.
Porque solo desde la escucha más absoluta seremos capaces de comprender al otro.
Gracias por dedicarme este ratito, muchas gracias.
Como siempre, te deseo que “seas tan feliz que no sepas si vives o sueñas”·
Aunque esté en Alemania, si quieres, puedes contar conmigo, existe Skype y también los aviones. ;D
A veces el más loco cree ser el más lúcido dentro de su locura.
Genial tu post, Ana.
Gracias, Raquel! Te mando un fuerte abrazo, ;D
Por cierto, yo a veces me siento lúcida y otras como las maracas de Machín…
Besotes!