«La oscuridad es realmente la ausencia de luz», me gusta ese concepto. Me gusta mucho y además creo que lo voy a emplear más en mi vida.
Esto me hace reflexionar sobre cómo en ocasiones, en momentos de ausencia de luz, nos volvemos como locos, damos vueltas y vueltas al tema que nosotros pensamos que nos ha llevado a esa oscuridad.
¿Qué ganamos? Nada. (Según mi opinión) Está claro que una reflexión para darnos cuenta de qué podemos mejorar para la próxima lección que la vida nos plantee con características similares a las que nos están produciendo ese dolor en la actualidad, es más que necesaria. Ah, y es más que probable que tengamos varias oportunidades de aprender la lección si a la primera no ha sido posible; la vida es así de generosa. 😉
Una vez que encontramos la/s repuesta/s, hacer el giro de 180º y pasarnos a la zona con luz, es al menos lo que yo procuro hacer.
Esa es la clave. En lugar de centrarnos en la oscuridad, hemos de poner el foco en la luz, ver de qué manera podemos salir de ella, averiguar el cómo, el para qué, el con quién, y en definitiva, hacer una mirada introspectiva para tomar plena conciencia de que permaneciendo en la oscuridad, fluyendo en su propia espiral, llegamos al mismo lugar, se llama sufrimiento, ¿te suena?
Para terminar con esta breve reflexión que he querido compartir con vosotros/as, os intentaré transmitir lo que pienso de la última parte del vídeo, procurando no crear polémicas.
Al margen de si existe Dios o no, la maldad, la creamos nosotros, creo yo. Dios, en el caso de que exista, no tiene nada que ver, ni en lo bueno ni en lo malo, en nada. Somos nosotros, cada uno de nosotros, con nuestro corazón limpio o sucio, bonito o feo, con maldad o lleno de bondad, los que hacemos que nuestras vidas sean más plenas, o menos plenas, y por supuesto, los que colaboramos en que las vidas de los demás sean igual, mejores o peores.
Al final, se trata de lo que ya he hablado en otras ocasiones, ver cómo queremos ver la vida, con qué lentes, y sobre todo, el ser sinceros con nosotros mismos y hacernos responsables de que la mayoría de cosas que nos han pasado, nos pasan y nos pasarán, las hemos creado nosotros. Ojo, he dicho la mayoría, no todas.
Por eso, tú puedes hacer lo que más te plazca, sin embargo, yo, por puro egoísmo, pienso seguir luchando por mantener mi estado de paz, y también de alegría, y todo lo que pueda de felicidad. Tú puedes elegir también entre luz y ausencia de luz, bondad o ausencia de bondad en tu corazón.
Hoy fíjate, me despido con un beso. Muchas gracias por acompañarme en esta sencilla reflexión.
Que seas tan feliz que nos sepas si vives o sueñas.